Friday, November 26, 2010

MÁS ALLÁ DE LA VENGANZA:
TALIÓN Y EL INICIO DE LA SOLEDAD

El quehacer literario no siempre trae consigo la construcción de una obra literaria o, para ser menos genérico, la elaboración de un texto literario afín a las inquietudes o requerimientos que el buen lector necesita para engrandecer su nivel cultural y su deseo de continuar leyendo. Recrear la realidad a partir de la utilización del lenguaje (el cual debe poseer las cualidades estilísticas precisas, esto sí teniendo como base la experiencia o maestría de quien escribe) es una labor difícil y compleja, sobre todo cuando, habituados a un género en particular, optamos por el cambio. Esto último es lo que sucede con César Olivares, autor del libro “Talión y otros cuentos de venganza”. Porque su poesía y su trajín como poeta son más que reconocidos. Por eso es más que interesante encontrarlo, degustarlo en su faceta de narrador.
El libro en mención trae consigo un conjunto de historias que van marcando una vía para el lector, a partir de diversos temas y personajes muy opuestos entre sí. Desde el primer texto se empieza a reconocer a alguien que sabe salir a flote en cuestiones literarias: Ya son varios los días que ese perro le viene ladrando a la oscuridad. En su prosa se vislumbra la técnica y la figura de un escritor consciente de su labor y de su capacidad como tal. Hay cuentos tan logrados como Quédate conmigo, La sospecha o como los dos textos en donde aborda temas ligados al desarrollo de una parafilia específica (la zoofilia): Mimí y Llamada de atención, en los cuales trasciende la figura del personaje anti- héroe y nos presenta a seres desterrados, endemoniados, como diría Dostoievsky.
Sin embargo, también está Pa’ bravo, yo, un texto excepcional y más que relevante, tanto por la historia que nos presenta de modo tan acertado como por la facilidad que se percibe en lo que respecta al uso de un lenguaje coloquial preciso, muy sugestivo. Sin lugar a dudas, para ser la primera entrega como narrador, César Olivares se desviste ya como un contador de historias con aptitudes bien definidas, quizá aún en busca de una voz propia, pero que arremete de manera directa e intensa en el desarrollo de una obra personal muy convincente y, dejemos hablar al viento, esperemos que muy importante en lo concerniente a la literatura peruana actual.
“Talión y otros cuentos de venganza” es un libro lúdico, por momentos neurótico y crítico, pero que nos deja complacidos al final de su lectura, porque el quehacer literario se ha transformado aquí en un corpus concreto y estético, y no sólo en ejercicio de creación.

(Enrique Ríos Mercedes)

Thursday, November 25, 2010

JEREMIADAS, ¿DI?

Por Ricardo Vírhuez Villafane

Acabo de leer, entre la combi y el micro de ida y vuelta de la tarde, un librito delgado como un pejerrey que padece del buen estilo y de las mejores ideas. Se trata de “Jeremiadas”, del poeta César Olivares (Trujillo, 1979), una selección de 21 crónicas breves que publica cada semana en el diario Correo, de Trujillo.
A veces con alegría, otras con nostalgia, pero siempre con un espíritu zumbón, estas crónicas son el retrato de una ciudad contradictoria y todavía fiel a sus prejuicios y viejas convulsiones.
Porque Trujillo, en el retrato de este libro, tiene los rostros de una ciudad tímida que ha crecido lentamente, sin aspavientos, tranquila y como dormida en sus laureles. Quienes parecen darle dinamismo son, curiosamente, aquellos que llegaron con el tiempo por razones de estudio o de trabajo, personajes enamoradizos y desternillantes como Jorge Tume, piurano de pura cepa, varias veces mencionado, o las figuras del padre y los amigos, los amores y las nostalgias de una infancia jodida.
Un humor socarrón acompaña los juicios y visiones de Olivares, totalmente rendido a la literatura y los giros efectistas. Porque el cronista oscila desde la frase brillante e inaudita (“oyó hasta el sonido de un alfiler cayendo sobre la alfombra”) hasta la manoseada y ceremoniosa (“estas humildes y sin embargo pletóricas palabras de gratitud”).
Y para tener la sartén por el mango, Olivares se burla de sí mismo, con falsa modestia, naturalmente, y enseguida enfila la broma contra cualquiera que se le ponga al frente, muy al estilo de Jorge L. Borges, quien para confrontar a Shakespeare o Cervantes primero cumplía el ritual de ningunearse. De ahí que el autor considere lloriqueos a sus crónicas, que no otra cosa significan “jeremiadas”. Hábil retórica, lo cierto es que asistimos a unas crónicas hermosas y con medido desparpajo. Notas para degustar y sonreír. Un libro flaco y pendenciero, para quitarse el sombrero.

Wednesday, November 24, 2010

LA POESÍA Y EL POETA
EN “LA VESTIMENTA DE LOS DÍAS”


Como lo diría Cortázar, leer un libro no es lo mismo que leer un libro. La lectura es variable, posee una diversidad de cualidades que hace que lo leído se convierta y se transforme en lo que de verdad hemos logrado comprender mediante el acto sensible de leer. Así como hay diversas vías de comprensión, así, también, existe un cúmulo de formas de entender cuándo lo que uno lee es lo que de verdad ha leído y no sólo una imagen esnobista o ambigua de lo que se ha querido leer. Los libros – de poesía sobre todo- son, pocas veces, lo que nos muestran en su apariencia. Desde pequeños nos enseñan a leer pero, conforme nos vamos haciendo a este hábito es que aprendemos qué leer y a quién leer, y si lo leído es realmente lo que anhelamos leer. O, dicho de otro modo, nos vamos convirtiendo en lectores, en el más abierto sentido de la palabra.

En “La Vestimenta de los Días”, se puede advertir lo dicho anteriormente. Este libro no es el mismo después que lo leemos; luego se convierte en un ente indispensable. La poesía trasciende como en un torrente de lluvia y fuego. Con un lenguaje sereno, directo, pero cargado de imágenes y reminiscencias, cada uno de los poemas van sembrándose en la mente como una alegoría íntima y lúdica. Las palabras van de la mano de la armonía de cada silencio. No toda flor muere en un florero, la pasión, el amor, la soledad, el sentido moral de la paternidad y de la amistad son temas que nos hacen partícipes de una esperanza diaria: Nada hay tan inesperado como lo que siempre se espera; reiterativo por momentos, pero preciso en sus observaciones, César Olivares nos presenta una visión muy personal acerca de la dialéctica de la existencia en un medio que, muchas veces, se torna hostil y hasta tétrico: Pero el tiempo es una herida abierta/ a los ojos de los hombres/ Y aún hay aves que no comprenden/ la inercia de las sombras.

La Poesía es sin duda, el arte más difícil de llevar a cabo; su formación no depende sólo de inspiración y de palabras: depende, sobre todo, de la trascendencia de las palabras que la estructuran. He aquí entonces otro dilema: ¿Cuándo un poeta es en verdad Poeta y no solamente una sombra que se aquieta en la tempestad de la ansiedad y el vértigo del Verbo? La respuesta se la puede encontrar en libros como éste; un libro que nos presenta lo que queremos leer, también nos lleva a conocer al Poeta en sí. Ya no es César Olivares, persona, amigo, padre, transeúnte; cuando uno escribe y publica algo elemental como este libro, se convierte a fuerza de soledad y cordura en eso que tal vez no ansiamos ser mientras escribimos pero, que, quiérase o no, lo somos: Pienso en escribir/ cierro los ojos/ una ciudad/ un cielo/ una muchacha/ salen de mis dedos.

Hacer poesía, vivir poesía, sentir poesía, pensar poesía. Todo se resume en una especie de acto propiciatorio en donde la vida es guiada por subterfugios de palabras que la elevan a un punto inconmensurable, acorde con la naturaleza de ese instinto que nos hace despertar cada mañana y tener ganas de vivir, de continuar soñando, de abrazar, de volver a afirmar: Hijo mío: / apaga la calle y camina por la luz. Cada poema es un balance, un medio de llegar, sin remordimientos ni falsas ilusiones Porque hay voces que envejecen en la garganta/ cuando todo se ha callado. Crítico, sensible, libre, el Poeta cruza las calles, mira las paredes, el pasado, el presente; arremete en tono agudo contra problemas muy humanos como la incomunicación, la frigidez, el caos, la despersonalización (Alguien me busca en los espejos/ y se asusta de no encontrarme), para concluir su periplo cotidiano de manera exhortativa y contundente: Cuando yo me muera / no me dejen hablando solo.

Es, quizá, uno de los pocos libros (que llevan el añadido de llamarse a sí mismos libros de poesía) reales que he podido leer en estos últimos años. Aquí la poesía se manifiesta como una labor, una experiencia continua, dadora, ya no de incertidumbre, si no de fe; porque escribimos un poema para hacer más sensibles a los hombres/ o al menos para intentarlo.

Enrique Ríos Mercedes