Según García-Bedoya (2007), “las historias literarias nacionales han tenido como uno de sus ejes centrales a un canon, es decir un elenco de los autores y las obras literarias más destacadas y/o más representativas de su respectiva tradición” (p. 8). Sin duda, la existencia del canon dentro de los estudios literarios ha sido de gran ayuda para los trabajos de periodización de la literatura y la investigación de los discursos literarios. Sin embargo, el principal problema es que por casi dos siglos de literatura republicana este canon ha sido elaborado por miembros intelectuales representantes de la cultura hegemónica. De este modo, existen muchos autores, grupos generacionales y publicaciones periódicas que han quedado fuera del canon oficial, exclusión que se agudiza principalmente cuando estas voces son articuladas desde provincia. Víctimas del centralismo, muchos autores de provincia han tenido que migrar a Lima para existir literariamente hablando, con desigual fortuna, por cierto. Algunos incluso, conocedores de que el talento no lo es todo en la cultura capitalina, han tenido que recurrir a la irreverencia para hacer frente a la intelectualidad aristocrática. Abraham Valdelomar es una muestra de ello, quien, procedido por el genio de César Vallejo y luego por la propuesta intercultural de José María Arguedas, han logrado hacerse de un lugar, casi por cuenta propia, en el panorama siempre difícil de la literatura peruana desde la capital.
En este contexto surge el trabajo poderoso, oceánico y vital del joven poeta contumacino Marco Antonio Corcuera, quien, aun cuando su trabajo poético se remonta a la adolescencia, no es sino en las aulas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos que su vocación quedaría sellada para siempre. Todo surgió a partir de los juegos florales de esta universidad llevados a cabo en el año 1940, en cuyo concurso el joven Marco Antonio Corcuera obtuvo una mención honrosa. Además de él, resultaron premiados algunos poetas de la sierra norte del Perú: Mario Florián, Julio Garrido Malaver y Napoleón Tello Rodríguez. Es en este contexto que, junto a otros poetas de provincia radicados en Lima, y al mismo tiempo estudiantes de San Marcos, se decidió la creación de los Cuadernos Trimestrales de Poesía. Cabe precisar que la publicación primigenia llevó el título de “Tierra y Signo”, de la cual no se ha podido acceder a ejemplar alguno, pero de cuya existencia hay testimonios en el diario personal de Marco Antonio Corcuera y en las cartas de varios amigos que coordinaban la publicación.
Considero que la existencia de tres décadas de producción ininterrumpidas de los CTP desde provincia (desde Trujillo), es una muestra de que, para enfrentar el centralismo limeño y su canon hegemónico, conviene democratizar los estudios literarios en el Perú. Esto posibilitaría la existencia de no uno, sino de diversos cánones de acuerdo con las naciones que busquen su propia representación en la literatura peruana (naciones, provincias o regiones). Carlos García-Bedoya denomina a este fenómeno como canon alternativo o canon posoligárquico. Esta sería una opción válida para enfrentar el centralismo limeño, muchas veces cargado de clasismo, racismo y dominación cultural. Otra opción sería que el canon literario deje de lado las obras en sí y se ocupe de voces y aspectos discursivos. En este sentido, una propuesta discursiva dentro de un canon generado desde provincia lo constituyen las voces de los poetas de la denominada generación del 40, a la cual perteneció Marco Antonio Corcuera, una época cuyo espacio discursivo se asociaba a la literatura andinista o neoandinista, razón por la cual los creadores de esta generación fueron conocidos como “los poetas del pueblo”. Ahora, el problema es si son visibilizados o no es estudios posteriores.
Entonces, los Cuadernos Trimestrales de Poesía constituyen un aporte valioso a la literatura peruana made in provincia (y no solo a la literatura peruana, pues estos cuadernos se convirtieron en la tribuna de poetas de casi toda Hispanoamérica). Los CTP constituyen uno de esos momentos de ruptura en que una publicación periódica de provincia contribuye, a través de un corpus creado por autores básicamente desconocidos, a la formación del canon nacional; evento que cobró relevancia a raíz de la creación del premio El Poeta Joven del Perú, del cual nos ocuparemos más adelante. Otros ejemplos de un corpus creado desde la periferia y que han contribuido a la existencia de un canon nacional (muchas veces con ciertas limitaciones integradoras) lo constituyen el grupo Orkopata de Puno, abanderado del vanguardismo peruano de vertiente indigenista; el propio Grupo Norte y posteriormente el Grupo Trilce, estos dos últimos surgidos en la Universidad Nacional de Trujillo, y la revista Caballo de fuego, de Manuel Baquerizo, en la sierra central del Perú. Si bien los CTP surgieron en Lima, es desde Trujillo, centro neurálgico de sus acciones, que se constituye como el principal aporte al canon nacional con casi medio siglo de poesía –y de narrativa- peruana.
Este aporte se vio alimentado significativamente a partir de la creación del concurso nacional El Poeta Joven del Perú en 1960. Refiere el poeta Alberto Alarcón, en el prólogo de esta publicación, que en mayo de 1960 el poeta norteamericano perteneciente a la Generación Beat, Allen Ginsberg, visitó Lima. Fue recibido por una delegación de varios poetas peruanos. Incluso es famoso su encuentro con Martín Adán. Fue en una reunión que Ginsberg mantuvo con Marco Antonio Corcuera y otros poetas de su grupo que les propuso la idea de crear un concurso para premiar al mejor poeta joven del Perú, con un tope máximo de 30 años. Este certamen, que sigue vigente gracias a la Fundación Marco Antonio Corcuera, dio a conocer nuevas voces que se convertirían en figuras icónicas y emblemáticas de la poesía peruana: Javier Heraud, César Calvo, Winston Orrillo, Manuel Ibáñez Rosazza, Luis Hernández Camarero, Juan Ojeda, José Watanabe, Antonio Cillóniz, Jesús Cabel, Jorge Eslava, Alberto Alarcón, Bethoven Medina, Luis Eduardo García, David Novoa, entre otras.
En conclusión, los Cuadernos Trimestrales de Poesía y los Cuadernos Semestrales de Cuento, que el día de hoy se presentan reunidos en cinco tomos hermosamente editados, constituyen un aporte valioso e inconmensurable al estudio de la historia de la literatura. En estos ejemplares editados por el fondo editorial de la Universidad Ricardo Palma se condensan medio siglo de literatura peruana. Lo interesante es que se trata de ediciones facsimilares que ayudarán a los investigadores a ir a los textos como si estuvieran consultando los originales, algo prácticamente imposible en una empresa individual, pues muchos de estos números se encuentran dispersos en bibliotecas de todo el mundo. Agradezco a la Fundación Marco Antonio Corcuera por hacer realidad estas palabras de presentación. Estoy feliz de tener en mis manos la colección completa que recoge el inconmensurable esfuerzo de su creador, el poeta Marco Antonio Corcuera, a quien tuve la dicha de conocer y de quien tuve el privilegio de escuchar algunas palabras de aliento a mi incipiente poesía.
César Olivares Acate
Referencias
García-Bedoya Maguiña, C. (2007). El canon literario peruano. Letras (Lima), 78(113), 7-24. https://doi.org/10.30920/letras.78.113.1
Cacchione Amendola, R. y Corcuera García, C. (Ed). (2022). Cuadernos Trimestrales de Poesía. Editorial de la Universidad Ricardo Palma.