Wednesday, November 24, 2010

LA POESÍA Y EL POETA
EN “LA VESTIMENTA DE LOS DÍAS”


Como lo diría Cortázar, leer un libro no es lo mismo que leer un libro. La lectura es variable, posee una diversidad de cualidades que hace que lo leído se convierta y se transforme en lo que de verdad hemos logrado comprender mediante el acto sensible de leer. Así como hay diversas vías de comprensión, así, también, existe un cúmulo de formas de entender cuándo lo que uno lee es lo que de verdad ha leído y no sólo una imagen esnobista o ambigua de lo que se ha querido leer. Los libros – de poesía sobre todo- son, pocas veces, lo que nos muestran en su apariencia. Desde pequeños nos enseñan a leer pero, conforme nos vamos haciendo a este hábito es que aprendemos qué leer y a quién leer, y si lo leído es realmente lo que anhelamos leer. O, dicho de otro modo, nos vamos convirtiendo en lectores, en el más abierto sentido de la palabra.

En “La Vestimenta de los Días”, se puede advertir lo dicho anteriormente. Este libro no es el mismo después que lo leemos; luego se convierte en un ente indispensable. La poesía trasciende como en un torrente de lluvia y fuego. Con un lenguaje sereno, directo, pero cargado de imágenes y reminiscencias, cada uno de los poemas van sembrándose en la mente como una alegoría íntima y lúdica. Las palabras van de la mano de la armonía de cada silencio. No toda flor muere en un florero, la pasión, el amor, la soledad, el sentido moral de la paternidad y de la amistad son temas que nos hacen partícipes de una esperanza diaria: Nada hay tan inesperado como lo que siempre se espera; reiterativo por momentos, pero preciso en sus observaciones, César Olivares nos presenta una visión muy personal acerca de la dialéctica de la existencia en un medio que, muchas veces, se torna hostil y hasta tétrico: Pero el tiempo es una herida abierta/ a los ojos de los hombres/ Y aún hay aves que no comprenden/ la inercia de las sombras.

La Poesía es sin duda, el arte más difícil de llevar a cabo; su formación no depende sólo de inspiración y de palabras: depende, sobre todo, de la trascendencia de las palabras que la estructuran. He aquí entonces otro dilema: ¿Cuándo un poeta es en verdad Poeta y no solamente una sombra que se aquieta en la tempestad de la ansiedad y el vértigo del Verbo? La respuesta se la puede encontrar en libros como éste; un libro que nos presenta lo que queremos leer, también nos lleva a conocer al Poeta en sí. Ya no es César Olivares, persona, amigo, padre, transeúnte; cuando uno escribe y publica algo elemental como este libro, se convierte a fuerza de soledad y cordura en eso que tal vez no ansiamos ser mientras escribimos pero, que, quiérase o no, lo somos: Pienso en escribir/ cierro los ojos/ una ciudad/ un cielo/ una muchacha/ salen de mis dedos.

Hacer poesía, vivir poesía, sentir poesía, pensar poesía. Todo se resume en una especie de acto propiciatorio en donde la vida es guiada por subterfugios de palabras que la elevan a un punto inconmensurable, acorde con la naturaleza de ese instinto que nos hace despertar cada mañana y tener ganas de vivir, de continuar soñando, de abrazar, de volver a afirmar: Hijo mío: / apaga la calle y camina por la luz. Cada poema es un balance, un medio de llegar, sin remordimientos ni falsas ilusiones Porque hay voces que envejecen en la garganta/ cuando todo se ha callado. Crítico, sensible, libre, el Poeta cruza las calles, mira las paredes, el pasado, el presente; arremete en tono agudo contra problemas muy humanos como la incomunicación, la frigidez, el caos, la despersonalización (Alguien me busca en los espejos/ y se asusta de no encontrarme), para concluir su periplo cotidiano de manera exhortativa y contundente: Cuando yo me muera / no me dejen hablando solo.

Es, quizá, uno de los pocos libros (que llevan el añadido de llamarse a sí mismos libros de poesía) reales que he podido leer en estos últimos años. Aquí la poesía se manifiesta como una labor, una experiencia continua, dadora, ya no de incertidumbre, si no de fe; porque escribimos un poema para hacer más sensibles a los hombres/ o al menos para intentarlo.

Enrique Ríos Mercedes

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