Wednesday, January 23, 2019

Los hijos del orden: génesis y contexto de una novela maldita


Muchas son las leyendas que se han entretejido alrededor de la novela Los hijos del orden, aparecida por primera vez en Lima en el año 1973. Algunos hechos fortuitos en la vida del autor al momento de concebir la novela y otros acontecidos después de su publicación, aparte de la temática de su propia historia, han llevado a catalogar a Los hijos del orden como una novela maldita[1]. A continuación, explicaremos algunos detalles de la génesis y contexto que promovieron tan oscura denominación.


Premio internacional de novela Primera Plana y Sudamericana

En el año 1969, Los hijos del orden se hizo merecedor del primer premio en el Concurso Internacional de Novelas convocado por la revista Primera Plana y la editorial Sudamericana de Argentina. Si bien es cierto esta noticia llenó de alegría al autor y de desconcierto a las letras peruanas, se podría decir que aquí empezó una serie de eventos desafortunados tanto para el autor como para la obra. Parte del premio consistió en la publicación de la novela por la prestigiosa editorial Sudamericana; sin embargo, la dictadura militar de Juan Carlos Onganía cerró la revista Primera Plana, por ser de oposición. Por esta razón, la novela no fue publicada, los manuscritos del libro se extraviaron y parte del dinero del premio fue entregado al ganador algún tiempo después, con un juicio de por medio.


Premio de Novela José María Arguedas

En el año 1973, Los hijos del orden se hizo acreedor al Premio de Novela José María Arguedas. Este hecho generó polémica, pues algunos detractores de la novela dijeron que no se le debería conceder el premio a su autor, debido a que la obra había sido premiada en un concurso anterior. En realidad, no había ningún impedimento para que a Luis Urteaga Cabrera se le concediera el premio, pues se trataba, literalmente, de otra novela. Ocurre que con el cierre de la revista Primera Plana por la dictadura militar argentina, se perdieron dos de los tres manuscritos de la novela y solamente se pudo recuperar uno, aunque incompleto. El único camino para recobrar la totalidad de la historia era escribirla nuevamente. Por tal motivo, no podemos asegurar que la novela que fue premiada por un jurado presidido por Juan Carlos Onetti era mejor que la premiada en el concurso José María Arguedas. Finalmente, la primera edición de la novela vio la luz el mismo año de su premiación, bajo el sello de Mosca Azul Editores. De esta manera, Urteaga pudo cumplir la promesa hecha a los niños y adolescentes internos en el centro correccional de Maranga, la cual consistió en que los lectores del Perú habrían de conocer la humillación y los maltratos a los que eran sometidos en el centro correccional[2].


Intento de censura e indiferencia de los intelectuales peruanos

Como el mundo representado de la novela, en sus dos primeras ediciones, refieren algunos acontecimientos ocurridos en el año 1972, y hasta aparecen algunos documentos oficiales con el encabezado de “Año cuarto de la revolución”, los defensores del gobierno militar de Juan Velasco Alvarado se sintieron aludidos y trataron de desacreditar a la novela, principalmente porque narra los crueles tormentos que sufren los menores de edad, internos en el centro de rehabilitación. Debe quedar claro que la novela no fue prohibida por el gobierno militar peruano de turno, sino que fue condenada por algunos intelectuales de la época, quienes trataron de negar por todos los medios que en la correccional de Maranga se maltrate a los niños y adolescentes internos. Por el contrario, argumentaron que el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas garantizaba el bienestar de todos los peruanos, especialmente de los niños y jóvenes. Desde entonces la mención de Luis Urteaga Cabrera y su novela fue sospechosamente excluida de los medios de comunicación oficiales.

Por otro lado, los intelectuales peruanos recibieron con indiferencia la publicación de la novela, pues la acusaron de ser una copia de los recursos formales empleados por Mario Vargas Llosa en La ciudad y los perros[3]. Abelardo Oquendo, uno de los conocedores de la obra de Urteaga, ante estas acusaciones tomó partido por él y manifestó que en los años sesenta estas técnicas eran de uso público, pues el boom de la novela latinoamericana las había popularizado entre los jóvenes escritores.

Urteaga Cabrera es un caso bastante interesante, porque es él quien mejor resuelve el problema. ¿Qué hace Urteaga? Entra sencillamente a saco en los aspectos formales de La ciudad y los perros y construye sobre el esquema y las técnicas de esta novela una completamente diferente. Totalmente diferente porque el mundo y la visión de La ciudad y los perros no tiene nada que ver con la novela cuyo andamiaje técnico utiliza. Y me parece que hace bien, porque las técnicas narrativas pasan a ser rápidamente al patrimonio público. Después de un cierto tiempo, lo vemos, todo el mundo echa mano a las técnicas de cualquiera. Inicialmente esto se advierte y entonces se puede decir “la copia”; pero esto se aprecia  como algo que disminuye al autor solo cuando el empleo de las técnicas, el saqueo de las técnicas no sirve a un contenido diferente o al descubrimiento de un nuevo mundo. En Urteaga se da ese descubrimiento. (Oquendo, citado por Abanto, 2005: 175).


Por lo tanto, se puede afirmar que Los hijos del orden le debe el empleo de algunos elementos formales a La ciudad y los perros, pero en este mismo sentido, como todo novelista dedicado a su oficio, también le es deudor a los demás autores del boom y a los maestros de estos: Dos Passos, Faulkner, Joyce, Wolf, entre otros.


La historia narrada es maldita y pesimista


Se dice que la violencia que recorre las páginas de la novela y el cruel destino que el autor depara a sus personajes no llegó a convencer ni a complacer a sus lectores, razón por la cual la novela cayó en el olvido. Esta afirmación tiene una certeza a medias, pues recordemos que la novela obtuvo dos premios de relevancia, uno nacional y otro internacional, y que complació los juicios estéticos de José Miguel Oviedo, Abelardo Oquendo y Alberto Escobar, por el lado nacional y de Juan Carlos Onetti, Severo Sarduy y María Rosa Oliver, por el lado internacional.

Por otro lado, es cierto que la violencia y la crudeza recorren las páginas de la novela, y esta se intensifica cuando se trata de violencia desplegada por parte de los agentes represores del Estado en contra de niños y adolescentes que han sido arrojados al mundo marginal y delincuencial.  En el epílogo de la novela de la edición definitiva, el propio Urteaga Cabrera manifiesta lo siguiente:

La crueldad, las torturas y el dolor no son atributos de la condición humana, y causarlos o aceptarlos con frialdad es propio de psicópatas. Los lectores no lo son. Son seres sensibles que pretenden defenderse de las agresiones del mundo. No siempre lo consiguen, por supuesto. Esto es lo que ocurre con Los hijos del orden. Algunos cuentan que la leyeron llorando debido a la angustia y horror que les ocasionó. No han sido los únicos, a mí me ocurrió otro tanto cuando la escribía. Así que entiendo que no hayan podido soportar las atrocidades que encontraron en la novela. (2014: 368)


Por otro lado, como lo manifestó el propio autor, la violencia que contiene la novela no fue inventada ni mucho menos se distancia de la realidad del mundo representado. Es un componente antiguo y permanente de nuestra sociedad y de sus instituciones; por eso su discurso llegó a incomodar a las autoridades de turno que defienden un solo tipo de orden, aquel que somete y mantiene callados a los sujetos subalternos de nuestra sociedad.

Finalmente, si algo de maldición tiene la novela, es que, a decir del propio autor, no contribuyó a cambiar las condiciones de vida de los niños y adolescentes que pueblan las celdas de la prisión-reformatorio. Recordemos que su discurso no llegó a ser masificado por ediciones ni tirajes numerosos. Hasta la fecha, Los hijos del orden, esta gran novela peruana que fue sistemáticamente excluida del canon de la literatura oficial, solamente ha tenido tres ediciones que no han sobrepasado los mil ejemplares por cada una de ellas.


Referencias

URTEAGA, Luis. Los hijos del orden. Lima, Mosca Azul Editores, 1973.
URTEAGA, Luis. Los hijos del orden. Lima, Arteidea Editores, 1994.
URTEAGA, Luis. Los hijos del orden. Lima, Editorial Casatomada, 2014.




[1] El propio Luis Urteaga Cabrera cuenta cómo surgió tal apelativo a esta novela: “Con la misma arrogancia con que en otro momento rechazaron las crónicas tildándolas de mentirosas, algunos periódicos dijeron que Los hijos del orden era una novela maldita y su publicación, un escándalo. Que las historias que contaba eran inmorales y su lenguaje asqueroso, y que en vez de figurar en las librerías respetables, debía estar en las veredas de las calles, junto con otras publicaciones nauseabundas” (2014: 366-367).

[2] No olvidemos que uno de los objetivos de Urteaga era poner en evidencia la existencia de una política tipificada en la violencia, la crueldad y la muerte; la cual era direccionada desde la institucionalidad carcelaria con la finalidad de regular el comportamiento de menores delincuentes.

[3] Entre estos recursos formales se pueden citar algunas técnicas narrativas como la ruptura de la estructura lineal del relato, la presencia de diferentes voces narrativas y el manejo varios tiempos en el relato, el contrapunto de diálogos y discursos, entre los más principales.

No comments: