Tal vez sea yo el hombre que emerge del retrato y cruza la calle con el
rostro vuelto hacia la sombra. Tal vez sea yo el hombre que, palabra en mano,
rasgó el silencio de alabastro y se detuvo a contemplar el cielo, detenidamente.
……………………………………………..
Detenidamente
el cielo
Bah!
II
Entonces suelo abrir los ojos y ser dueño de mi propio naufragio.
Entonces rompo el vidrio de la lámpara que dibujé hace poco, y destruyo mi
nombre en silencio. Un grito. Un golpe. Un poema. Algo que me diga cómo
alcanzar la tarde sin ser noche. Algo que me indique cómo alcanzar la noche sin
ser tarde para andar conmigo….
...para ser feliz
III
Quizá escape de esta historia, pero las aves me recordarán con las alas
desplegadas. Ya los árboles conocen mis pasos y alguna hoguera ha sufrido las
crepitaciones de mi cuerpo. Mi sombra también ha sufrido la dependencia de mi
cuerpo; por eso alguna vez me fui, con mil caminos bajo el brazo y el cielo
derribado a mis espaldas.
IV
Tan necesario como pensar y descubrir que soy yo el que habla… Es lo
mismo que mirar el cielo y su estructura de hojalata, con la noche lamiendo las
paredes y el silencio deletreando animales a media calle… Tan necesario como
mirar y descubrir que soy yo el que habla es retratar la vejez del tiempo sobre
una piedra y testimoniar su dolor, incansable, en una palabra,
abandonados.
V
Si alguien pudiera decirme qué hago mirando la tristeza desde mi piel,
con mi rostro atardecido y el horizonte polvo a mi costado, tal vez pueda
descifrar el enigma que haga llover caminos bajo mis plantas. Porque, claro, a
veces la soledad se quiebra en mi garganta como un afilado mondadientes tragado
por error. Pero si alguien pudiera decirme qué hago mirando la tristeza desde
mi calzado, pediría que no dejen sueltos los cordones: es doloroso tropezar con
el mediodía.
VI
He sentido el punzón de la noche afilarse sobre una piedra fría y he
temblado de miedo. Entonces los cielos precipitaron tiempos y desvelos. Sobre
esta mesa ampulosa, el recuerdo de un invierno caligráfico ofrece su último
aleteo.
VII
Es lo que necesito para partir. La eterna nostalgia de no despegar el
sol de la espalda del viento. Pues en mis pasos durmieron los caminos. Caminos
de vieja sombra / empolvados testigos de fantasmales caminantes.
VIII
Pero qué puedo decirte más allá de este
claro silencio arrodillado en mi garganta; si esta mañana he bajado a mis
tobillos y he sorprendido a mis pies huyendo por los ojales de mi calzado.
IX
He escapado del bullicio, lo sé. Pero a veces he escapado también de mí. Y es aquí cuando me pregunto qué habrá sido del verano, si habrá sorprendido a mamá colgando su piel de la tarde, como siempre. No puedo saberlo. Entonces plancho los pasos por el camino más largo, y me fumo el sol, en un intento por apagar la tarde.
IX
He escapado del bullicio, lo sé. Pero a veces he escapado también de mí. Y es aquí cuando me pregunto qué habrá sido del verano, si habrá sorprendido a mamá colgando su piel de la tarde, como siempre. No puedo saberlo. Entonces plancho los pasos por el camino más largo, y me fumo el sol, en un intento por apagar la tarde.
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