Friday, November 22, 2019

Prosopoemas (colección de instantáneas n.° 1)









(Pintura de Caspar David Friedrich)



I

Tal vez sea yo el hombre que emerge del retrato y cruza la calle con el rostro vuelto hacia la sombra. Tal vez sea yo el hombre que, palabra en mano, rasgó el silencio de alabastro y se detuvo a contemplar el cielo, detenidamente.
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           Detenidamente                                 el cielo
 Bah!




II

Entonces suelo abrir los ojos y ser dueño de mi propio naufragio. Entonces rompo el vidrio de la lámpara que dibujé hace poco, y destruyo mi nombre en silencio. Un grito. Un golpe. Un poema. Algo que me diga cómo alcanzar la tarde sin ser noche. Algo que me indique cómo alcanzar la noche sin ser tarde para andar conmigo….

...para ser feliz


  
III

Quizá escape de esta historia, pero las aves me recordarán con las alas desplegadas. Ya los árboles conocen mis pasos y alguna hoguera ha sufrido las crepitaciones de mi cuerpo. Mi sombra también ha sufrido la dependencia de mi cuerpo; por eso alguna vez me fui, con mil caminos bajo el brazo y el cielo derribado a mis espaldas.




IV

Tan necesario como pensar y descubrir que soy yo el que habla… Es lo mismo que mirar el cielo y su estructura de hojalata, con la noche lamiendo las paredes y el silencio deletreando animales a media calle… Tan necesario como mirar y descubrir que soy yo el que habla es retratar la vejez del tiempo sobre una piedra y testimoniar su dolor, incansable, en una palabra,

abandonados.



  
V

Si alguien pudiera decirme qué hago mirando la tristeza desde mi piel, con mi rostro atardecido y el horizonte polvo a mi costado, tal vez pueda descifrar el enigma que haga llover caminos bajo mis plantas. Porque, claro, a veces la soledad se quiebra en mi garganta como un afilado mondadientes tragado por error. Pero si alguien pudiera decirme qué hago mirando la tristeza desde mi calzado, pediría que no dejen sueltos los cordones: es doloroso tropezar con el mediodía.




VI

He sentido el punzón de la noche afilarse sobre una piedra fría y he temblado de miedo. Entonces los cielos precipitaron tiempos y desvelos. Sobre esta mesa ampulosa, el recuerdo de un invierno caligráfico ofrece su último aleteo.



VII

Es lo que necesito para partir. La eterna nostalgia de no despegar el sol de la espalda del viento. Pues en mis pasos durmieron los caminos. Caminos de vieja sombra / empolvados testigos de fantasmales caminantes.




VIII

Pero qué puedo decirte más allá de este claro silencio arrodillado en mi garganta; si esta mañana he bajado a mis tobillos y he sorprendido a mis pies huyendo por los ojales de mi calzado.




                                    IX

He escapado del bullicio, lo sé. Pero a veces he escapado también de mí. Y es aquí cuando me pregunto qué habrá sido del verano, si habrá sorprendido a mamá colgando su piel de la tarde, como siempre. No puedo saberlo. Entonces plancho los pasos por el camino más largo, y me fumo el sol, en un intento por apagar la tarde.


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