Apuntes en torno al poemario El libro de los fuegos infinitos, de
James Quiroz
De modo
arbitrario, pienso que los poemarios o colecciones de poemas, por más breves
que estos sean, deben demandar del lector un abordaje atento en el cual este reconozca
y problematice sus emociones y pueda, además, conmoverse a partir del diálogo
con todo tipo de referentes que el texto ofrezca, digo, si los versos están en
condiciones de plantear esta experiencia. Por tal motivo, dudo mucho de los
libros de poesía que pueden ser leídos de un solo tirón. A la buena poesía
siempre se retorna, y de manera lenta, pues cada lectura significa un
descubrimiento y disfrute constantes.
El libro de los
fuegos infinitos (Celacanto,
2018), de James Quiroz, es un poemario breve de cincuenta páginas, conformado
por veinticinco poemas de diferente factura, variada temática y disímil
extensión, el cual, afortunadamente, no pude terminar de leer de un solo tirón.
Debo confesar que me llevó un tiempo más que prudencial pasar de un poema a
otro, esto debido a los tópicos que desarrolla y los referentes culturales e
interculturales que recrea el autor en casi todos los textos de este libro. El
poemario se caracteriza por no presentar el desarrollo de una sola línea
temática, lo cual puede verse como un recurso deficiente en libros breves de
poesía, sin embargo, tras una lectura atenta, planteo tres apartados de fuegos
infinitos propuestos por el autor, y que son transversales a toda la extensión
del texto: a) Testimonio existencial y cotidiano del yo poético, b) Nostalgia
por referentes culturales prehispánicos, y c) Construcción de una poética del
desencanto.
a. Testimonio existencial y cotidiano del yo poético
Si bien es
cierto toda poesía brinda un testimonio existencial del paso de su autor por
diversos avatares, no cabe duda de que el contenido del verso se torna más
auténtico cuando en el testimonio se conjugan situaciones que parten de
experiencias desgarradoras de su creador y llegan a ser expresadas en grandes
productos estéticos. Solo así el poema estará en condiciones de conmover,
debido a su verosimilitud, y generar una empatía literaria con el lector (el
famoso pacto ficcional, propuesto por Coleridge). En este sentido, Quiroz
emplea los versos largos y de ritmo caudaloso para enunciar su testimonio, una
confesión reconocible que parte de lo cotidiano. A esta primera parte de su
testimonio existencial pertenecen los siguientes textos: “Baladas de los hombres
audaces o instrucciones para no morir”, “Un tatuaje en la piel de los
incendios”, “Poema ardiendo en la niebla”, “Poema con infancia en la garganta”,
“Poema escrito en cables de alta tensión”, “Un soberbio solo estalla en el
enjambre de estrellas fugaces” “Wild Is The Wind” y “Madre”.
James Quiroz
emplea, para lanzarnos sus fuegos infinitos en este primer apartado, tanto la
poesía en verso como en prosa, pero es en el verso donde consigue brindarnos
con mayor fidelidad su mensaje. Elige como voz del poema a un enunciatario un
tanto desencantado de su propio acontecer. Este yo poético tiene que
reinventarse, configurar una nueva existencia a partir de los cambios que
experimente en su vida, pero sin olvidar sus raíces: “Tu nombre ha sido limado
de la placa escolar. Tienes que empezar de nuevo, vibrar // Aprende a
recordarte. A escoger las piedras que levantarán tu fuerte” (p. 8). Sin
embargo, lo que sí debe olvidar son las experiencias negativas que no le dejan
crecer, “esos venenos” (p. 9) que impiden plantearse nuevas vivencias.
Por otro lado,
en este tópico del testimonio, el yo poético asume la vida de modo
desencantado, como un “Carnaval de rostros mutilados/ Incendio desafinado de
truenos” (p. 10), como alguien que acepta “el vino y la carroña” (p. 10), pero
que, sin embargo, en medio de tanto desconsuelo, ha decidido no dejarse vencer,
pues invita a la existencia misma a temerle: “¡Tiemblen! ¡Es un hombre a quien
enfrentan!” (p. 10). En esta parte también se muestran ciertos rasgos de
determinismo, pues le endilga a los hombres la visión griega del destino, lo
cual hace casi imposible que el sujeto se ocupe de su propio porvenir, pues lo
despoja de toda capacidad de agencia: “Estoy en el camino. A medida que me
acerco me alejo y he oído que los dioses sujetan la mano del titiritero” (p.
13).
Para finalizar
con este apartado, diremos que los demás poemas seleccionados para el tópico
del testimonio existencial no se alejan mucho del discurso analizado. En tal
sentido, es un tema recurrente en la poesía peruana desde la década del 70
hasta la actualidad. Lo que hace singular la propuesta de Quiroz es que los
límites entre el verso y la prosa se difuminan en sus poemas. Pero esto no
confunde al lector, al contrario, le configura un reto que le obliga a dialogar
con sus propios criterios estéticos.
b.
Nostalgia por
referentes culturales prehispánicos
Este apartado
se caracteriza por presentar una poesía cargada de referentes culturales e
interculturales de variada índole. Se entiende por poesía intercultural a
aquella que es capaz de sostener un diálogo con las producciones simbólicas de
la realidad aludida, llámase música, danza, lengua, arquitectura, etc. La gran
mayoría de alusiones interculturales en los poemas que vamos a citar se
inclinan por la nostalgia hacia el pasado prehispánico, aunque no debe dejar de
mencionarse a referentes literarios y musicales de occidente. El tópico de los
referentes culturales en El libro de los fuegos infinitos se encuentra
conformado por los siguientes textos: “Mi piel es una continua explosión de
astros moribundos”, “Poema para ser bailado en carnavales”, “El fin también
será nuestra canción”, “Visión de Pacatnamú”, “Chimú Cápac vuelve a su
devastado reino (en bus desde Cajamarca)”, “Sacrificio”, “Los futuros
desiertos” y “Balada del mar embravecido”.
Quiroz se vale
de un yo poético que siente nostalgia por su pasado histórico. Su discurso, sin
embargo, no le impide ser crítico con los momentos de barbarie. Al contrario,
se reconoce hijo de la violencia, pues solo así una cultura puede someter a la
otra, o al menos invisibilizarla, desligitimarla: “Cuánta sed inundó los campos
de estiércol. El fuego perpetuo de los dioses arderá en nuestra dura travesía y
los cuernos seguirán sonando en el yermo campo de batalla. Y tu voz
ensangrentada, amigo, será leña para mis ágiles despojos” (p. 11). El yo
poético se reconoce producto del mestizaje, y asume su visión de cronista de la
siguiente manera: “Mi voz es el cancionero extraviado de los moros, arde en la
escritura extinguida de los muchiks” (p. 11). Luego se presenta como parte de
los vencidos, pero orgulloso de sus ancestros: “Un río rojo inunda el poema que
se escribe con las pieles de los guerreros chimús que fueron mis ancestros: No
queremos nuevos dioses, escupió Minchancaman sobre el joven príncipe, antes de
ser esposado con la hermana de su enemigo” (p. 12).
En este mismo
sentido, es interesante el sincretismo religioso que presenta el texto “Visión
en Pacatnamú”. En este poema en prosa el yo poético problematiza la práctica de
la idolatría tanto del lado monoteísta como del panteísta, ante lo cual se
constituye como un sujeto escindido en la fe. Por esta razón, nos describe una
visión determinista de la vida: “La vida terrenal fue una trampa urdida por los
dioses. LLegamos después de los batracios que se escondieron en el árbol del
deseo” (p. 23). Entonces los dioses, cualquiera sea su filiación, sojuzgan,
subalternizan y basurizan. La libertad, para el poeta, solo se consigue si uno
logra desembarazarse de ellos.
Mención aparte
merece el poema “Los futuros desiertos”, en el que el yo poético describe
sus constantes migraciones y cita parte de sus lecturas compartidas con sus
compañeros universitarios. Se menciona, por ejemplo, a Ungaretti, Pablo
Guevara,Whitman, Rimbaud, Pound, Pizarnik, De Rokha, Hölderlin, Vallejo,
Pavese, Baudelaire, Dante, Mahfud, Neruda, Churata, Borda. Demasiada belleza,
según el propio poema. No obstante, “La belleza es destrucción y es el camino
exagerado de la mente” (p. 43). Por esta razón, el poeta se condena.
Vale aclarar
que las referencias interculturales han sido muy empleadas en la poesía peruana
del siglo XX. En la poesía liberteña también podemos darnos cuenta del empleo
de este recurso que busca dialogar con diversos referentes para otorgarle peso
contextual y asidero ambiental a la poesía. Muestra de ello es el trabajo
realizado por Ángel Gavidia, Bethoven Medina y Robert Jara, con disímiles
resultados. No obstante, las referencias interculturales halladas en los poemas
de James Quiroz no buscan problematizar hechos históricos, sino que es un
recurso del cual se vale para armonizar diversos mundos representados en el
poemario.
c) Construcción
de una poética del desencanto
Esta
construcción la realiza el poeta de modo transversal en varios de sus textos.
Los poemas de los que me he servido para proponer la poética del desencanto son
los siguientes: “Poema para liberar a un albatros”, “El fuego en la lengua”,
“Poema escrito en el lomo de un equilibrista”, “Y en todos los mares sea la
fiesta de la poesía”, “Para bajarle los humos a la poesía”, “Poema par armar/
Telegrama para Xavier Abril”, “El sol de los crepúsculos”, “Y poesía es lo que
siento mientras escribo”. En estas creaciones, el yo poético esboza su visión
de la vida a partir de la forma en que asume la poesía.
La poética del
desencanto es una visión propia del sujeto juvenil. Como construcción social,
este se asume en la obligación de problematizar y censurar todo lo obsoleto en
cualquiera de sus ámbitos: social, político, económico, cultural, histórico,
etc. La poética que propone James Quiroz se encuentra inmersa en estas
motivaciones de la insurrección del subjetivismo juvenil y sus utópicos
arrebatos. Por ese motivo, elige un yo poético que denuncie la imposibilidad
fáctica de hacer poesía en el país, a pesar del talento y la belleza, y vivir
de ella. Tal vez ahora entiendo la razón por la que el autor escribió el
siguiente paratexto en la solapa del libro que analizamos: “Este libro es un
regalo para los lectores. Su distribución es gratuita”.
En el poema
titulado “El fuego en la lengua”, el yo poético manifiesta: “Y cantaré hasta
que la muerte invada mis párpados con su ejército inútil desesperado” (p. 17).
La poesía es canción, la canción es movimiento, el movimiento es vida. Solo la
poesía puede hacer que el ejército de la muerte pierda la calma y la confianza
en sí mismo. Puede morir el poeta, pero no su voz. Sin embargo, el desencanto
viene al “Imaginar que la melancolía de la soledad es el lugar común de los
poetas que ansiaron la luz en una lámpara vacía” (p. 17). Por otro lado, cabe
cuestionarse junto al yo poético por la utilidad de la poesía. Entonces no cabe
más que la desilusión de entregarse al trabajo creador en un país que no valora
este bello oficio. Una muestra ocurre en el poema “Y en todos los mares…”,
donde nos dice lo siguiente: “Puedo escribir en el cielo en las estrellas o en
las cordilleras eso no es tan difícil la verdad lo difícil es que las
cordilleras se despisten y canten y en todos los mares sea la fiesta de la
poesía en los amados vértigos” (p. 21). Por lo tanto, ¿qué se puede hacer en
esta realidad negativa? ¿Contra quién nos mostramos renuentes? ¿Hacia quien
descargamos nuestra frustración? El poeta, con cierto determinismo, asume que
la salvación radica en la fe y en la nueva forma en que Dios entienda la
justicia: “Todo será poesía cuando agonice el último poeta/ y todo se pinte de
un nuevo color la mano de dios” (p. 21).
Para finalizar,
el poema “El sol de los crepúsculos” presenta una marcada poética de la desilusión.
Cuestiona el verdadero trabajo del poeta. ¿Su intención es solo mostrar la
decadencia? Uno de los versos de este texto dice “Hermosas ruinas profetizaba
el poeta” (p. 33). Y si así fuera, ¿cuál sería la trascendencia de su trabajo
poético?, si ya no hay coyuntura, si los bardos ya no cantan las injusticias,
si “Los poetas se fueron a la guerra en el jardín de su casa” (p. 33) En las
líneas posteriores se nos brinda un verso que representa la visión de toda esta
poética, pues si “No hay apostillas para la barbarie me niego a escribir un
poema” (p. 33). Nada más que decir.
Conclusiones
1. El libro
de los fuegos infinitos de James Quiroz es un poemario breve que, a pesar
de no profundizar el desarrollo de una unidad temática en particular, no debe
pasar desapercibido para la crítica literaria nacional, pues se trata de un
producto estético que presenta los buenos oficios de su autor. Los poemas que
conforman este libro se sostienen en un punto medio entre la lírica y la épica.
Sus figuras son novedosas y el tratamiento variado de sus temas quedan entre la
propuesta y la sugerencia.
2. El poemario
analizado es esencialmente ecléctico en su concepción y en su temática. Se
encuentra escrito en verso y en prosa. Su contenido hilvana testimonio,
reflexión, ensayo, emplea referentes interculturales que enriquecen el discurso
del enunciatario y propone una poética propia de un determinismo existencial
que parte de una visión desencantada de la realidad. Un referente inmediato
para la variedad de recursos estilísticos empleado en el Libro de los fuegos
infinitos lo encontramos en la poética propuesta por el gran Pablo Guevara
en ese poemario monumental denominado Un iceberg llamado poesía.
3. Debido a la
presencia del determinismo en las tres estancias analizadas del libro,
concluimos que James Quiroz emplea en su poemario el lenguaje de la
desesperanza. Asumo que le viene bien por el mundo representado en sus poemas.
Sin embargo, el hecho de brindar a su creación una apertura temática mayor,
debió otorgarle mayor dinamismo al lenguaje. Esto imposibilita muchas veces que
la reflexión llegue a consolidarse en algunos de los textos analizados.
César Olivares Acate
Referencias
Quiroz, J.
(2018). El libro de los fuegos infinitos. Lima: Celacanto.
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