Hasta la fecha, la novela Los hijos del orden ha sido publicada en tres oportunidades. La
primera edición apareció en Lima, en el año 1973, bajo el sello de Mosca Azul
Editores. Esta edición se
caracteriza porque en su portada el título de la novela está escrito en letras
rojas sobre fondo claro, y en la parte central aparecen dos manos juveniles
engrilletadas por pesadas esposas. La segunda edición del libro apareció
en el año 1994, también en Lima, bajo el sello de Arteidea Editores. La
carátula de esta segunda edición tiene fondo negro, el título de la novela está
escrito en letras de color blanco, sobre las cuales aparecen manchas de color
rojo, en clara referencia a sangre derramada; no aparece ninguna imagen como
complemento del paratexto. La tercera edición, llamada también la definitiva
por sus editores, apareció en una coedición a cargo de las editoriales Casa
Tomada y Cima Books, en el año 2014. En la portada, esta edición presenta una
fotografía de Donna DeCesare, en la cual se aprecia a una pandilla de
adolescentes con el torso descubierto, en medio de una gresca colectiva. Esta
edición cuenta, a manera de colofón, con el testimonio del autor, en el que
hace una reflexión sobre la génesis de su novela.
Cabe precisar que las tres ediciones muestran
fidelidad y respeto por la trama y desenlace de la historia. El mundo
representado es el mismo. También se evidencia un respeto por la estructura de
la novela: las tres ediciones conservan su división en tres capítulos. Sin
embargo, las diferencias radican en cambios de estilo, función de los
personajes y perspectiva del narrador. A continuación, precisaremos las
diferencias entre cada una de las ediciones.
Diferencias
entre las ediciones de Mosca Azul (1973) y Arteidea Editores (1994)
En estas dos primeras ediciones de Los hijos del orden, aparte de los
diseños de las portadas, cuestiones tipográficas y de pertenecer a casas
editoras distintas, no se observan mayores diferencias. En lo que corresponde
al plano del texto, tenemos que la sintaxis y el empleo del registro léxico es
el mismo en toda la novela. Respecto del plano de la historia, tenemos que el
mundo representado, el argumento, la estructuración de la trama, el punto de
vista del narrador y la actuación de los personajes no ha experimentado
variación alguna en las dos primeras ediciones.
Diferencias entre las primeras ediciones y la edición de Casa Tomada (2014)
Respecto de las dos primeras ediciones, esta
tercera edición, denominada también la definitiva, presenta algunas diferencias
notables. Estas divergencias no radican en la estructura del texto, pues
respeta la división de la historia en tres capítulos consignada en las
ediciones anteriores, tampoco a nivel de argumento, pues el mundo representado
es el mismo. La edición de Casa Tomada presenta variaciones importantes a nivel
léxico y sintáctico, la perspectiva del narrador cambia en muchos pasajes de la
novela, así como el comportamiento de muchos personajes. Además, se observan
algunas incongruencias en la narración y la presencia de significativas
erratas. Estas diferencias van a ser explicadas a continuación.
La tercera y definitiva edición de Los hijos del orden, respecto de las dos
ediciones anteriores, presenta una significativa alteración del vocabulario
empleado en la narración. A pesar de que se ocupa de contar los mismos hechos,
muchos términos han cambiado en esta nueva edición. Por ejemplo, en el primer
párrafo de la edición de Arteidea[1],
el término que el narrador emplea para referirse a la hilera que hacen los
familiares de los internos en el día de visita es “cola”, frente al vocablo
“fila” que aparece en la edición definitiva. Por otro lado, se observa que en
la edición definitiva se han omitido algunos términos propios de la oralidad.
Eso ocurre con la omisión del término “ahora” en este caso: “Una reverenda
estupidez esperar que las cosas salgan bien, ahora, después de las innumerables
veces que has llegado a su puerta […]” (1994: 18); frente a lo redactado en la tercera edición: “Una
reverenda estupidez esperar que las cosas salgan bien, después de las
innumerables veces que has llegado a su puerta […]” (2014: 18). También se aprecia la misma disminución del efecto de la
oralidad en la siguiente expresión: “Un raaaato los ojos del hombre están
quietos” (1994: 21-22) frente a “Un rato los ojos del hombre están quietos”
(2014: 21).
Por otro lado, en la tercera y definitiva
edición (2014) se respeta la sintaxis de la lengua andina, pues se tiene en
cuenta el orden de los elementos sintácticos, propios del interlecto[2]
del quechuahablante que adquiere el español como segunda lengua[3].
Repárese en la siguiente expresión consignada en edición definitiva: “Todito el
camino de su mano mi mamita a la Gabriela ha traído” (2014: 21), frente a lo
consignado en la edición anterior: “Todito el camino de su mano mi mamita ha
traído a la Gabriela” (1994: 21). El respeto por la sintaxis andina también se
observa en la siguiente expresión: “Del poncho para que me esté quieto mi
mamita me jala” (2014: 21), frente a lo narrado en la edición anterior: “Del
poncho me jala mi mamita para que me esté quieto” (1994: 21).
En la edición definitiva se actualiza la
ortografía[4]
de las diferentes expresiones consignadas a lo largo de la novela. Por ejemplo,
el nombre de los cargos, si bien en la época en que se redactó la novela se
escribía con letra mayúscula inicial: “El Director medita un instante” (1994:
28), ahora se escriben en minúscula: “El director medita un instante” (2014:
28). Esto también ocurre con los extranjerismos, los cuales aparecen en
cursivas en la versión definitiva.
También llama la atención, en la tercera y
definitiva edición, la eliminación de los sufijos en quechua de los términos
hablados por los personajes andinos. En las primeras ediciones, cuando la mamá
de Julián lo envía en un camión rumbo a Lima, lo nombra de la siguiente manera:
“¡Julianucha!” (1994: 40); sin embargo, en la última edición se lee:
“¡Juliancito!”.
La edición definitiva también se caracteriza por
omitir elementos contextuales que impiden situar el mundo representado en un
tiempo y espacio determinados. Esto
ocurre en el oficio que Felipe Urquizo, director del instituto de
rehabilitación, le dirige al director de tutela del Ministerio del Interior.
Respecto de las ediciones anteriores, la tercera edición suprime la fecha del
oficio y cambia el nombre del ministerio. Veamos el ejemplo brindado a
continuación:
El encabezado del oficio que aparece en la edición
del año 1994, en la página 46, dice lo siguiente:
AÑO CUARTO DE LA REVOLUCIÓN
Lima, 30 de marzo de 1972
Of. N° 73 – IRM
Del : Director del
Instituto de Rehabilitación de Menores Delincuentes
Al : Sr. Dr. Director de
Asistencia y Tutela de Menores.
Ministerio de
Salud
Asunto : Emite informe sobre
hechos fecha 26 –III-72
Ref. : Su Mm. Nº 136, de
fecha 29-III-72
En la versión definitiva del año 2014, el
encabezado del oficio que aparece en la página 52 ha omitido la fecha. Se lee
lo siguiente:
AÑO
CUARTO DE LA REVOLUCIÓN
Of. N.° 73 – IRM
Del : Director del
Instituto de Rehabilitación de Menores Delincuentes
Al : Sr. Dr. director de
Tutela de Menores. Ministerio del Interior
Asunto : Emite informe sobre
hechos ocurridos el 26 de marzo del pte.
Ref. : Su Mm. N.º 136, de 29
de marzo del presente
Estas omisiones impiden que se tenga una
referencia exacta si se quiere situar el mundo representado de la novela en un
contexto histórico determinado. No debe olvidarse que la historia denuncia la
injusticia y los excesivos abusos cometidos en contra de menores delincuentes;
y más aún si estos actos represivos son realizados como una política de Estado.
Otro asunto que le resta contundencia a la novela
en relación al manejo de sus escenarios, es el hecho de omitir, en la tercera
edición, el nombre de algunos lugares que sí figuran en las dos primeras
ediciones y que le otorgan peso a los referentes de la historia. El caso de La
Parada es el que más llama la atención. Este lugar mítico de confinamiento de
migrantes andinos y otros sujetos subalternos es suprimido en la edición
definitiva, en la que pasa a denominarse simplemente como mercado Mayorista.
La edición definitiva también presenta yerros y acontecimientos
inverosímiles en el tratamiento de algunos personajes dentro de la historia.
Véase el siguiente fragmento, en el que el Negro, jefe de la banda Los
Alacranes, envía a Cabezón a pedir unos cigarros a dos jóvenes dentro de una
sala de cine:
Cabezón se ríe en su cara, sorprendiendo,
indignado a los muchachos. Pero uno de ellos sabe intuir lo que puede venir
porque se aproxima al oído del acompañante.
-
Dale algunos, hombre.
-
¡No, carajo!- exclama, indignado-. ¡Que se vayan
a joder a otra parte estos maleantitos de mierda!
-
Tá bien, valiente –dice Cabezón-. Ya me voy.
Y atraviesa las sombras doblando el cuerpo e
inclinando la cabeza con ademanes de extenuación. Aparece ante el grupo
emergiendo de la penumbra como una aparición. Mira a todos inexpresivamente,
llega ante Cabezón, se detiene.
-
Me tocaron dos vikingos, explica. (2014:
152-153)
En esta escena se aprecia una incongruencia en
relación a los personajes que despliegan las acciones. En las dos primeras
versiones, Cabezón retorna a la pandilla y le brinda explicaciones al Negro,
jefe de la misma. En la versión definitiva, Cabezón retorna a la pandilla para
rendirle cuentas de su gestión al propio Cabezón. Esta falta de lógica llama la
atención de inmediato.
Por otro lado, en la tercera edición se observa
el mismo error en el tratamiento de los personajes, precisamente en la parte en
la que se cuenta el robo del auto que hace el Cholón y sus cómplices, el mismo
que estaba destinado para rescatar a Guto de la correccional de Maranga, pues
desde adentro se había planificado la fuga de los internos de mayor
peligrosidad. En la edición definitiva se lee:
El carro comienza a rodar y el hombre grita a todo pulmón que son
ladrones. Hace un giro vertiginoso y el motor es un pedo; Cholón, acertaron con
el carro, que comienza a abandonar las sombras del parque y la noche se puebla
de disparos. En la primera esquina unos brazos se agitan como aspas, Guto abre
la puerta y el bulto trepa al carro en movimiento. (2014: 288)
Como se puede comprobar en la lectura de
cualquiera de las ediciones, Guto no puede abrir la puerta del auto, pues él en
esos momentos permanece recluido en el centro correccional de Maranga, en
espera del auto robado para fugar.
También se observan dos incongruencias en el
tratamiento de la historia. En la edición definitiva, a pesar de que todos los
elementos nos remiten a una realidad representada que podemos situar en tres
décadas atrás, en la historia se presentan elementos que no guardan relación
con el contexto histórico y social. Un caso que no deja de llamar la atención
es la presencia de una computadora en una comisaría: “Mientras uno de los
detectives mantiene las manos sobre el teclado de la computadora, el otro se
pasea inquieto alrededor de la mujer” (2014: 175). Acerca del mismo hecho, la
edición de Arteidea consigna lo siguiente: “Mientras el uno se pasea con
inquietud en torno a la mujer, el otro mantiene las manos abandonadas sobre el
teclado de una moderna máquina” (1994: 156).
Puede pensarse en una actualización de los referentes
en la tercera edición; sin embargo, este no es el caso, puesto que una página
más adelante se vuelve a la denominación de máquina de escribir: “El detective
joven se dirige a la máquina y se acomoda en el asiento giratorio” (2014: 177).
Otro caso
que merece comentarse, en el mismo sentido que el anterior, es la aparición
súbita de una colección de videos casi al final de la novela. Esto
ocurre en la escena en la que Nora abandona el departamento que su amante,
Felipe Urquizo, amobló esmeradamente para ella. Nora toma noción de todos los
objetos materiales que va a dejar, pues decidió ocuparse de su propio destino y
fugar con Julián Huamán, entonces evoca los momentos en que estos objetos
aparecieron en su vida:
De inmediato las primeras sorpresas, el televisor puede ir ahí, corazón,
¿te gusta el modelo? La consola aquí, la vajilla de plata, el módulo de licores
y la cristalería, amor, en los estantes de caoba. Tú, exaltada; él, ilusionado
como un niño: la cocina eléctrica, el mobiliario de cedro rojo, corazón, un
álbum de música moderna, ¿te parece bien? Una colección de videos. ¿Es todo de
tu gusto? (2014: 342).
Las dos primeras versiones no aluden a colección
de video alguno, sino a una colección de “lompléis” y su respectivo
reproductor, elementos más verosímiles para la época del mundo representado:
Se diría feliz, entusiasmado como un niño recuérdalo, mostrándote las
primeras adquisiciones, ¿te gusta corazón? Las primeras sorpresas, ¿y esto? Los
proyectos, ahí irá el televisor, ¿te parece bien? Y ese era el sitio indicado
para la radiola y tú exaltada, indefensa, ¡radiola? Y él claro, amor, o no
quieres y además una colección de lompléis. (1994: 324).
La edición definitiva también se permite
modificar algunos acontecimientos desempeñados por algunos de sus personajes
principales. Por ejemplo, en la edición de Arteidea de 1994, se dice que Nora y
Gabriela, esta última hermana menor de Julián, están aprendiendo a leer en una
escuelita que se ha abierto en una choza de la invasión, y que las clases son
dictadas por un estudiante universitario recién llegado a la barriada:
Otra de las cosas buenas es que la chinita está aprendiendo a leer, a
escribir. Con la Nora se va a una escuelita que se ha abierto en una choza.
Están hablándome y hablándome para ir; hasta que una noche que vuelvo temprano,
voy pues. El profesor, muchacho nomás, recién llegado a la barriada,
universitario, dicen. (1994: 272).
En la edición definitiva se presenta una
realidad completamente distinta, pues es Nora quien, en su choza, le enseña a
leer a Gabriela. Es más, la choza de Gabriela funciona como escuela para otros
niños de la barriada que quieran aprender a leer:
Otra cosa buena, Nora está enseñándole a la chinita a leer y escribir en
la escuelita que ha abierto en su choza para los niños de la barriada. Mi
hermana me habla para ir yo también, pero no puedo por la chamba. Hasta que una
noche que no hay trabajo regreso temprano y voy. (2014: 296).
Estas modificaciones no le vienen bien al mundo
representado de la novela, pues altera la concepción de los personajes. En las
dos primeras ediciones, los niños y adolescentes que desempeñan el rol de
personajes principales son iletrados, más aún en el caso de Nora quien logra
acceder a una mejor calidad de vida gracias al empleo conveniente de su cuerpo.
La tercera edición también presenta algunas
erratas. Las que más llaman la atención son las siguientes: “Recuerda que el
que el muchacho que intervino…” (2014: 216); aquí se observa una duplicación
innecesaria de términos. Otro caso llamativo se ubica en el primer párrafo de
la página 258: “¿Y el panetón que ofrecieron en la inauguración? La boca del
cocinero se extiende y aquel tono divertido, sonriente de su voz ¿panteón ha
dicho?” (2014: 258); obviamente, en vez de colocar la palabra “panetón” se
escribió “panteón”.
Sin duda, la tercera y definitiva publicación de
Los hijos del orden, aparecida en el
año 2014 bajo la suma de esfuerzos de Casa Tomada y Cima Books, resulta un
trabajo de vital importancia para darle vigencia a la principal obra de uno de
los mejores narradores peruanos, a quien la crítica ha ignorado casi por
completo durante las dos últimas décadas. Sin embargo, también resulta
importante precisar que este esfuerzo mereció un mayor cuidado en su edición,
pues si las omisiones de fechas y elementos nuevos incorporados al universo
narrativo han tenido la intención de actualizar los referentes del mundo
representado, estos, en vez de cumplir esa función, se prestan a muchas
confusiones al momento de la lectura.
Referencias
URTEAGA,
Luis. Los hijos del orden. Lima,
Mosca Azul Editores, 1973.
URTEAGA,
Luis. Los hijos del orden. Lima,
Arteidea editores, 1994.
URTEAGA,
Luis. Los hijos del orden. Lima,
Editorial Casatomada, 2014.
[1] Como las dos primeras
ediciones de Los hijos del orden no
han sufrido variación alguna a nivel textual y de argumento, vamos a emplear la
edición de Arteidea (1994) como elemento comparativo respecto de las
diferencias encontradas en la tercera y definitiva edición de la novela, que
apareció bajo el sello editorial de Casa Tomada.
[2] Para Escobar (1978),
el interlecto “viene a ser el español hablado, como segunda lengua, por
personas cuya materna es una de las dos lenguas amerindias de mayor difusión en
el país, o sea el quechua y el aymara, y se encuentran en proceso de
apropiación del castellano” (31).
[3] Respecto de la
sintaxis del español, en la cual los elementos de la oración presenta el
siguiente orden sintáctico: S V O (sujeto verbo y objeto), la sintaxis del
quechua presenta la siguiente distribución de los elementos oracionales: S O V
o también O S V. Los quechuahablantes que adquieren el español como segunda
lengua conservan en esta última los elementos sintácticos de su lengua materna.
[4] Se debe tener en
cuenta que la segunda edición de Los
hijos del orden es del año 1994 y la edición definitiva es del 2014. Por
tanto, resultó necesario que el autor o los editores actualicen la ortografía
de los términos que integran la novela, ya que la última ortografía de la
lengua española data del 2010 y ha tenido cambios significativos.