Wednesday, February 26, 2020


Apuntes en torno al poemario El libro de los fuegos infinitos, de James Quiroz


De modo arbitrario, pienso que los poemarios o colecciones de poemas, por más breves que estos sean, deben demandar del lector un abordaje atento en el cual este reconozca y problematice sus emociones y pueda, además, conmoverse a partir del diálogo con todo tipo de referentes que el texto ofrezca, digo, si los versos están en condiciones de plantear esta experiencia. Por tal motivo, dudo mucho de los libros de poesía que pueden ser leídos de un solo tirón. A la buena poesía siempre se retorna, y de manera lenta, pues cada lectura significa un descubrimiento y disfrute constantes.

El libro de los fuegos infinitos (Celacanto, 2018), de James Quiroz, es un poemario breve de cincuenta páginas, conformado por veinticinco poemas de diferente factura, variada temática y disímil extensión, el cual, afortunadamente, no pude terminar de leer de un solo tirón. Debo confesar que me llevó un tiempo más que prudencial pasar de un poema a otro, esto debido a los tópicos que desarrolla y los referentes culturales e interculturales que recrea el autor en casi todos los textos de este libro. El poemario se caracteriza por no presentar el desarrollo de una sola línea temática, lo cual puede verse como un recurso deficiente en libros breves de poesía, sin embargo, tras una lectura atenta, planteo tres apartados de fuegos infinitos propuestos por el autor, y que son transversales a toda la extensión del texto: a) Testimonio existencial y cotidiano del yo poético, b) Nostalgia por referentes culturales prehispánicos, y c) Construcción de una poética del desencanto.


a.    Testimonio existencial y cotidiano del yo poético

Si bien es cierto toda poesía brinda un testimonio existencial del paso de su autor por diversos avatares, no cabe duda de que el contenido del verso se torna más auténtico cuando en el testimonio se conjugan situaciones que parten de experiencias desgarradoras de su creador y llegan a ser expresadas en grandes productos estéticos. Solo así el poema estará en condiciones de conmover, debido a su verosimilitud, y generar una empatía literaria con el lector (el famoso pacto ficcional, propuesto por Coleridge). En este sentido, Quiroz emplea los versos largos y de ritmo caudaloso para enunciar su testimonio, una confesión reconocible que parte de lo cotidiano. A esta primera parte de su testimonio existencial pertenecen los siguientes textos: “Baladas de los hombres audaces o instrucciones para no morir”, “Un tatuaje en la piel de los incendios”, “Poema ardiendo en la niebla”, “Poema con infancia en la garganta”, “Poema escrito en cables de alta tensión”, “Un soberbio solo estalla en el enjambre de estrellas fugaces” “Wild Is The Wind” y “Madre”.

James Quiroz emplea, para lanzarnos sus fuegos infinitos en este primer apartado, tanto la poesía en verso como en prosa, pero es en el verso donde consigue brindarnos con mayor fidelidad su mensaje. Elige como voz del poema a un enunciatario un tanto desencantado de su propio acontecer. Este yo poético tiene que reinventarse, configurar una nueva existencia a partir de los cambios que experimente en su vida, pero sin olvidar sus raíces: “Tu nombre ha sido limado de la placa escolar. Tienes que empezar de nuevo, vibrar // Aprende a recordarte. A escoger las piedras que levantarán tu fuerte” (p. 8). Sin embargo, lo que sí debe olvidar son las experiencias negativas que no le dejan crecer, “esos venenos” (p. 9) que impiden plantearse nuevas vivencias.

Por otro lado, en este tópico del testimonio, el yo poético asume la vida de modo desencantado, como un “Carnaval de rostros mutilados/ Incendio desafinado de truenos” (p. 10), como alguien que acepta “el vino y la carroña” (p. 10), pero que, sin embargo, en medio de tanto desconsuelo, ha decidido no dejarse vencer, pues invita a la existencia misma a temerle: “¡Tiemblen! ¡Es un hombre a quien enfrentan!” (p. 10). En esta parte también se muestran ciertos rasgos de determinismo, pues le endilga a los hombres la visión griega del destino, lo cual hace casi imposible que el sujeto se ocupe de su propio porvenir, pues lo despoja de toda capacidad de agencia: “Estoy en el camino. A medida que me acerco me alejo y he oído que los dioses sujetan la mano del titiritero” (p. 13).

Para finalizar con este apartado, diremos que los demás poemas seleccionados para el tópico del testimonio existencial no se alejan mucho del discurso analizado. En tal sentido, es un tema recurrente en la poesía peruana desde la década del 70 hasta la actualidad. Lo que hace singular la propuesta de Quiroz es que los límites entre el verso y la prosa se difuminan en sus poemas. Pero esto no confunde al lector, al contrario, le configura un reto que le obliga a dialogar con sus propios criterios estéticos.


b.      Nostalgia por referentes culturales prehispánicos

Este apartado se caracteriza por presentar una poesía cargada de referentes culturales e interculturales de variada índole. Se entiende por poesía intercultural a aquella que es capaz de sostener un diálogo con las producciones simbólicas de la realidad aludida, llámase música, danza, lengua, arquitectura, etc. La gran mayoría de alusiones interculturales en los poemas que vamos a citar se inclinan por la nostalgia hacia el pasado prehispánico, aunque no debe dejar de mencionarse a referentes literarios y musicales de occidente. El tópico de los referentes culturales en El libro de los fuegos infinitos se encuentra conformado por los siguientes textos: “Mi piel es una continua explosión de astros moribundos”, “Poema para ser bailado en carnavales”, “El fin también será nuestra canción”, “Visión de Pacatnamú”, “Chimú Cápac vuelve a su devastado reino (en bus desde Cajamarca)”, “Sacrificio”, “Los futuros desiertos” y “Balada del mar embravecido”.

Quiroz se vale de un yo poético que siente nostalgia por su pasado histórico. Su discurso, sin embargo, no le impide ser crítico con los momentos de barbarie. Al contrario, se reconoce hijo de la violencia, pues solo así una cultura puede someter a la otra, o al menos invisibilizarla, desligitimarla: “Cuánta sed inundó los campos de estiércol. El fuego perpetuo de los dioses arderá en nuestra dura travesía y los cuernos seguirán sonando en el yermo campo de batalla. Y tu voz ensangrentada, amigo, será leña para mis ágiles despojos” (p. 11). El yo poético se reconoce producto del mestizaje, y asume su visión de cronista de la siguiente manera: “Mi voz es el cancionero extraviado de los moros, arde en la escritura extinguida de los muchiks” (p. 11). Luego se presenta como parte de los vencidos, pero orgulloso de sus ancestros: “Un río rojo inunda el poema que se escribe con las pieles de los guerreros chimús que fueron mis ancestros: No queremos nuevos dioses, escupió Minchancaman sobre el joven príncipe, antes de ser esposado con la hermana de su enemigo” (p. 12). 

En este mismo sentido, es interesante el sincretismo religioso que presenta el texto “Visión en Pacatnamú”. En este poema en prosa el yo poético problematiza la práctica de la idolatría tanto del lado monoteísta como del panteísta, ante lo cual se constituye como un sujeto escindido en la fe. Por esta razón, nos describe una visión determinista de la vida: “La vida terrenal fue una trampa urdida por los dioses. LLegamos después de los batracios que se escondieron en el árbol del deseo” (p. 23). Entonces los dioses, cualquiera sea su filiación, sojuzgan, subalternizan y basurizan. La libertad, para el poeta, solo se consigue si uno logra desembarazarse de ellos.

Mención aparte merece el poema “Los futuros desiertos”, en el que el yo poético  describe sus constantes migraciones y cita parte de sus lecturas compartidas con sus compañeros universitarios. Se menciona, por ejemplo, a Ungaretti, Pablo Guevara,Whitman, Rimbaud, Pound, Pizarnik, De Rokha, Hölderlin, Vallejo, Pavese, Baudelaire, Dante, Mahfud, Neruda, Churata, Borda. Demasiada belleza, según el propio poema. No obstante, “La belleza es destrucción y es el camino exagerado de la mente” (p. 43). Por esta razón, el poeta se condena.

Vale aclarar que las referencias interculturales han sido muy empleadas en la poesía peruana del siglo XX. En la poesía liberteña también podemos darnos cuenta del empleo de este recurso que busca dialogar con diversos referentes para otorgarle peso contextual y asidero ambiental a la poesía. Muestra de ello es el trabajo realizado por Ángel Gavidia, Bethoven Medina y Robert Jara, con disímiles resultados. No obstante, las referencias interculturales halladas en los poemas de James Quiroz no buscan problematizar hechos históricos, sino que es un recurso del cual se vale para armonizar diversos mundos representados en el poemario.


c) Construcción de una poética del desencanto

Esta construcción la realiza el poeta de modo transversal en varios de sus textos. Los poemas de los que me he servido para proponer la poética del desencanto son los siguientes: “Poema para liberar a un albatros”, “El fuego en la lengua”, “Poema escrito en el lomo de un equilibrista”, “Y en todos los mares sea la fiesta de la poesía”, “Para bajarle los humos a la poesía”, “Poema par armar/ Telegrama para Xavier Abril”, “El sol de los crepúsculos”, “Y poesía es lo que siento mientras escribo”. En estas creaciones, el yo poético esboza su visión de la vida a partir de la forma en que asume la poesía. 

La poética del desencanto es una visión propia del sujeto juvenil. Como construcción social, este se asume en la obligación de problematizar y censurar todo lo obsoleto en cualquiera de sus ámbitos: social, político, económico, cultural, histórico, etc. La poética que propone James Quiroz se encuentra inmersa en estas motivaciones de la insurrección del subjetivismo juvenil y sus utópicos arrebatos. Por ese motivo, elige un yo poético que denuncie la imposibilidad fáctica de hacer poesía en el país, a pesar del talento y la belleza, y vivir de ella. Tal vez ahora entiendo la razón por la que el autor escribió el siguiente paratexto en la solapa del libro que analizamos: “Este libro es un regalo para los lectores. Su distribución es gratuita”.

En el poema titulado “El fuego en la lengua”, el yo poético manifiesta: “Y cantaré hasta que la muerte invada mis párpados con su ejército inútil desesperado” (p. 17). La poesía es canción, la canción es movimiento, el movimiento es vida. Solo la poesía puede hacer que el ejército de la muerte pierda la calma y la confianza en sí mismo. Puede morir el poeta, pero no su voz. Sin embargo, el desencanto viene al “Imaginar que la melancolía de la soledad es el lugar común de los poetas que ansiaron la luz en una lámpara vacía” (p. 17). Por otro lado, cabe cuestionarse junto al yo poético por la utilidad de la poesía. Entonces no cabe más que la desilusión de entregarse al trabajo creador en un país que no valora este bello oficio. Una muestra ocurre en el poema “Y en todos los mares…”, donde nos dice lo siguiente: “Puedo escribir en el cielo en las estrellas o en las cordilleras eso no es tan difícil la verdad lo difícil es que las cordilleras se despisten y canten y en todos los mares sea la fiesta de la poesía en los amados vértigos” (p. 21). Por lo tanto, ¿qué se puede hacer en esta realidad negativa? ¿Contra quién nos mostramos renuentes? ¿Hacia quien descargamos nuestra frustración? El poeta, con cierto determinismo, asume que la salvación radica en la fe y en la nueva forma en que Dios entienda la justicia: “Todo será poesía cuando agonice el último poeta/ y todo se pinte de un nuevo color la mano de dios” (p. 21). 

Para finalizar, el poema “El sol de los crepúsculos” presenta una marcada poética de la desilusión. Cuestiona el verdadero trabajo del poeta. ¿Su intención es solo mostrar la decadencia? Uno de los versos de este texto dice “Hermosas ruinas profetizaba el poeta” (p. 33). Y si así fuera, ¿cuál sería la trascendencia de su trabajo poético?, si ya no hay coyuntura, si los bardos ya no cantan las injusticias, si “Los poetas se fueron a la guerra en el jardín de su casa” (p. 33) En las líneas posteriores se nos brinda un verso que representa la visión de toda esta poética, pues si “No hay apostillas para la barbarie me niego a escribir un poema” (p. 33). Nada más que decir.


Conclusiones

1. El libro de los fuegos infinitos de James Quiroz es un poemario breve que, a pesar de no profundizar el desarrollo de una unidad temática en particular, no debe pasar desapercibido para la crítica literaria nacional, pues se trata de un producto estético que presenta los buenos oficios de su autor. Los poemas que conforman este libro se sostienen en un punto medio entre la lírica y la épica. Sus figuras son novedosas y el tratamiento variado de sus temas quedan entre la propuesta y la sugerencia.

2. El poemario analizado es esencialmente ecléctico en su concepción y en su temática. Se encuentra escrito en verso y en prosa. Su contenido hilvana testimonio, reflexión, ensayo, emplea referentes interculturales que enriquecen el discurso del enunciatario y propone una poética propia de un determinismo existencial que parte de una visión desencantada de la realidad. Un referente inmediato para la variedad de recursos estilísticos empleado en el Libro de los fuegos infinitos lo encontramos en la poética propuesta por el gran Pablo Guevara en ese poemario monumental denominado Un iceberg llamado poesía.

3. Debido a la presencia del determinismo en las tres estancias analizadas del libro, concluimos que James Quiroz emplea en su poemario el lenguaje de la desesperanza. Asumo que le viene bien por el mundo representado en sus poemas. Sin embargo, el hecho de brindar a su creación una apertura temática mayor, debió otorgarle mayor dinamismo al lenguaje. Esto imposibilita muchas veces que la reflexión llegue a consolidarse en algunos de los textos analizados.

César Olivares Acate

Referencias

Quiroz, J. (2018). El libro de los fuegos infinitos. Lima: Celacanto.