
A
partir de la publicación de Cien años de soledad
(1967), la novela colombiana se vio limitada, temáticamente, por la enorme
influencia del realismo mágico y lo real maravilloso y, formalmente, por las
técnicas narrativas de vanguardia empleadas por los autores el Boom. Escritor colombiano –y
latinoamericano- que no contemplara en sus textos los ingredientes de esta
fórmula editorial, sencillamente, no tenía posibilidades de triunfar en el
mundo de las letras. Es importante señalar, además, que el fenómeno ocurrido
tras la publicación de la novela de García Márquez fue posible gracias al
trabajo de las editoriales multinacionales extranjeras que crearon la demanda
de un público lector ávido de mágicos mundos representados.
Sin
embargo, a partir de la década del setenta hizo su aparición un grupo de
escritores, llamados “novísimos narradores hispanoamericanos” por Ángel Rama,
quienes intentaron apostar por un nuevo estilo, que ya no invite a soñar con
realidades mágicas o maravillosas, sino que escarbe un poco más en los
conflictos de la vida moderna en las ciudades, adentrándose en la psiquis de
los personajes. En un primer momento, este intento de rebeldía les costó ser
excluidos del canon oficial de la narrativa latinoamericana.
A la nueva promoción
no le fue concedido el derecho al repliegue experimental que marcó los
comienzos de los mayores […] porque emergieron a una demanda pública de los
lectores masivos que esos mayores conquistaron mediante sutiles articulaciones
de sus poéticas originarias (Rama, 1981, 18)[1]
Por
eso llamó notoriamente la atención que la novela de un autor colombiano
apareciera publicada en Madrid, bajo el sello Alfaguara, en 1978. Y es que Los parientes de Ester, del novelista
colombiano Luis Fayad, se encuentra lejos de repetir los dogmas estilísticos de
las novelas de Gabriel García Márquez, y se caracteriza más bien por ocuparse
de los problemas existenciales de los personajes arquetípicos que pueblan las
ciudades, a través de las tensiones, miserias, degradación y desolación
producidas por los procesos heterogéneos de modernización[2] de las urbes
latinoamericanas.
El
presente trabajo ofrece una lectura de Los
parientes de Ester a partir de los efectos que genera la modernidad en una
familia tradicional y conservadora que no es consecuente con el dinamismo
social y prefiere seguir viviendo de la ralea y del viejo prestigio de su apellido. Así,
en un análisis basado en el comportamiento de los protagonistas, describimos las implicancias de la modernidad en las tres familias que
conforman el nudo de tensión de la novela: Callejas, Camero, Mahid. Y también
cómo la esfera pública y la esfera privada pierden sus contornos originales en la
vida de estos nuevos héroes de la novelística colombiana.
Respecto
de lo mencionado, es importante citar a Marín (2007)[3], para quien la modernidad
heterogénea contribuye a formar seres pesimistas.
Si bien la obra de
Fayad se presenta como una respuesta en el campo a la propuesta del realismo
mágico garciamarquiano, su realismo conservador presenta una visión monológica
de la realidad que no permite configurar alternativas de actuación para el
individuo colombiano (2007, 57)
Esta
visión monocorde del realismo conservador de una clase alta venida a menos es
lo que vamos a discutir en los párrafos siguientes.
Los
parientes de Ester, acontecimientos importantes[4]
Los parientes de Ester narra la historia de Gregorio Camero
y Ángel Callejas, dos hombres mayores de cincuenta años. Ángel ya está jubilado
y a Gregorio le faltan cinco años para estarlo. Ángel pertenece a una familia
tradicional venida a menos, mientras que Gregorio forma parte de una familia de
clase media sin posibilidad de ascenso social, estos datos se deducen, pues de
los familiares de Gregorio nada se menciona en esta novela. Ángel, quien tiene
una conviviente y un hijo ocultos de las miradas prejuiciosas de su propia
familia, manifiesta una actitud positiva ante la vida: “-Joven o viejo, tengo
que cuidarme –dijo Ángel Callejas y señaló al niño-: en este momento vivir es
un compromiso”[5]
(20). Gregorio Camero, en cambio, y esto debido a la muerte de su esposa,
expresa un desencanto desde el inicio de la novela, pues “alcanzó a pensar que
la vida es una estafa” (8). Para Gregorio, el hecho de brindar amor parece
haber acabado con la muerte de Ester, aunque al final de la novela se vislumbra
la posibilidad de la existencia de otra mujer en su vida, de nombre Margarita,
la que se mantiene en secreto y de la que sabemos solo por los comentarios de
Mercedes: “Aparte de eso –continuó Mercedes-, parece que ahora mantiene a una
mujer” (133).
Ángel
desea montar un restaurante en sociedad con Gregorio, anhelo que no será
cumplido en la novela, pues el banco no aprueba el crédito para tal negocio. Luego,
Ángel se olvida del restaurante cuando recibe la administración de las acciones
de Mercedes, quien ya no podía hacerse cargo de las mismas debido a la crisis
nerviosa que sufrió cuando se enteró de que su hermano idolatrado, Honorio
Callejas, lo había estado estafando constantemente. A cambio, a Ángel le es
permitido volver a casa de la familia (solo a él) de la que fue expulsado
después de haberse presentado con su conviviente y su hijo “ilegítimo”. Gregorio,
en cambio, continúa empeñando y vendiendo objetos de su casa para solventar la
difícil situación económica de la familia.
El prestamista
observó el prendedor sin tomarlo, con una mirada que daba la impresión de que
estaba a gran distancia del objeto. Luego miró a Gregorio Camero para medir la
necesidad de su cliente, y rechazó el ofrecimiento y fue a sentarse en un
escritorio situado al fondo del local. (171)
La
novela plantea una crítica severa al orden tradicional en sus bases morales,
representada por la familia Callejas. Esta familia, antes poderosa y ahora
venida a menos, basándose en difusos conceptos de nobleza y apellido, se siente
con derecho para perpetuar la jerarquización social e impedir la movilidad de
los individuos no pertenecientes a la clase alta, y para esto no dudará en
recurrir a la intriga y a los actos de venalidad que al final de la historia se
descubren en toda su maraña. Sin embargo, en la novela de Fayad ninguno de los
personajes (ni Camero; ni Doris, empleada de Camero; ni Rosa, conviviente de
Ángel Callejas) porta la voz de una conciencia colectiva de clase media, pues
se maneja el tópico de la resignación frente a las desventuras sociales y
económicas que les ha tocado vivir. Una explicación para este conformismo
radica en la edad de los protagonistas, quienes por lo general son mayores de
cincuenta años y han perdido la fe en el cambio y la capacidad de soñar.
Pareciera ser que sobreviven en vez de vivir.
Por
otro lado, Fayad deja fuera de su novela a los personajes jóvenes, a quienes
correspondería, por el ímpetu de sus pocos años, ser iconoclastas con el
sistema. Aunque encontramos en la historia a dos señoritas que representarían
al sector joven: Hortensia y Alicia, quienes, sin embargo, están lejos de la
conciencia colectiva de clase y viven alienadas respecto de la modernidad y
consumo que les ofrece el estilo de vida estadounidense.
Debemos
entender que el proceso de modernización de nuestro continente fue heterogéneo,
excluyente y racista, dirigido por las clases altas, en el cual se priorizó el
capital y los mercados de consumo. Quien tenía dinero podía soñar con los
beneficios de la modernidad[6]. Sin embargo, esta
modernidad se contradice en sí misma, pues este proceso, que tenía pensado como
única beneficiaria a la clase alta, dio paso a los nuevos ricos que provenían
de la clase burguesa, aquellos que no dependían de la nobleza de un apellido
sino de su capital y de su habilidad para los negocios. La clase media no tenía
posibilidad alguna de ascenso económico, mientras que los sectores bajos o
populares eran excluidos del proceso modernizador, pues para ellos quedaba la
premodernidad o submodernidad que los expulsaba del centro y los obligaba a
vivir en las afueras de la ciudad en condiciones precarias[7]. Este tipo de modernidad
es el que se denuncia en la novela
al presentar a los Callejas como una familia de abolengo venida a menos, sin
dinero, cuyos integrantes se estafan entre sí y en cuyo seno existe un hermano
(Amador, hasta el nombre es irónico) que vive de pedir prestado dinero que
nunca devolverá. Esta familia, arquetipo de la familia tradicional colombiana,
aparte de ser prejuiciosa y discriminadora con los de la clase baja, recurre a
actos de inmoralidad con tal de mantener su “estatus” en el mundo modernizado.
Rosa o la eterna espera de la clase
baja
En
Los parientes de Ester la clase baja
aparece representada por Doris, empleada doméstica de Gregorio Camero y por
Rosa, conviviente de Ángel Callejas. Aunque Doris fue incorporada a la familia de
clase media por Ester Callejas. Así que solo quedaría Rosa como única
representante de la clase subalterna en la historia. Bueno, Rosa y las vecinas
que viven en su mismo edificio, una construcción vieja y con habitaciones destartaladas.
A pesar de pertenecer a la clase baja, Rosa es presentada como una mujer que
defiende su dignidad social, no se amilana ante las miradas cargadas de
sorpresa, odio y discriminación por parte de las hermanas de Ángel:
Mercedes miró a su
hermano, examinó a la mujer y se ofendió con el brillo de igualdad que
proyectaban sus ojos. Se volvió hacia Ángel y le preguntó quién le había
encargado una muchacha del servicio […] (138).
La
actitud defensiva de Rosa frente a la clase alta, sin embargo, también denota
automarginación. Esto explica el hecho que, aunque en principio parezca una
mujer independiente, no tarde mucho en revelarse como un arquetipo del ser
femenino tradicional, cuya crítica a las clases dominantes no tienen intención
de proponer un cambio social, sino que apunta a la búsqueda de beneficios
personales:
No hubiera imaginado
nunca, en los tiempos que era copera en el café y hablaba de sus compañeras del
hombre que les correspondería a cada una como si ellas pudieran participar de
la escogencia […] (75-76)
La
pasividad, su renuncia para actuar y cambiar su destino por sí misma, el hecho
de esperar que alguien de la clase alta le arregle la vida, significa, en la
mujer de clase baja, una visión conformista que complace a los grupos de poder.
Nudos de tensión y conflictos de
familia en Los parientes de Ester
Aunque
nunca hable en la novela y su nombre solo sea evocado dentro de la historia,
Ester es uno de los personajes que direccionan el significado de la novela,
pues Gregorio existe gracias a ella. Gregorio Camero es excluido del grupo que
conforman estos parientes, debido a la clase a la que pertenece y a sus oscuros
orígenes[8]; sobre él, Mercedes
Callejas se atreve a opinar: “[…] Yo no sé cómo José dejó casar a Ester con
Gregorio. Es un advenedizo, no tiene pasado, no se le conocen ni padres, ni
hermanos, ni parientes” (34). Ángel parece ser el único Callejas que no
discrimina a Gregorio, hasta piensa en formar una sociedad con él para el
negocio del restaurante soñado. Sin embargo, cuando recibe el encargo de
administrar las acciones de su hermana Mercedes, se olvida del acuerdo y no lo
busca más.
Desde
el inicio de la novela, cuando toda la familia Callejas invade la casa de Ester
después de su sepelio, El protagonista Gregorio Camero es presentado por el
narrador como un personaje excluido, sin familia:
-Nunca pensé que
tuviera tantos parientes –dijo [Gregorio]. También Doris sonrió para compartir
la broma.
-No son parientes
suyos –dijo-, son parientes de Ester.
-Y son parientes
políticos míos –explicó Gregorio Camero. Doris volvió la cara solo para ver si
el hombre hablaba en serio (13)
Los
nudos de tensión en la novela suceden entre Gregorio Camero y los parientes de
su esposa. Sin embargo, la estructura narrativa la configura un triángulo
formado por las familias Camero, Callejas y Mahid. De estas tres, es la familia
Callejas la que instaura el orden de las otras dos; un orden basado en la
segregación y en la decadencia moral. La más vulnerable de las familias, tal vez
por el duelo y la crisis económica, es la Camero. Una vez más, Gregorio es un
personaje excluido por los Callejas, y por los Mahid. Desde el título, Los parientes de Ester deja al margen a
Gregorio como entidad individual, pues él también resulta subsumido en la
categoría general que encierra la nominación “parientes”, ya que no se trata de
distinguir a los individuos que conforman una familia, sino la familia como
tal, enunciadora de un orden tradicional del cual el viudo de Ester no forma
parte.
La
familia Mahid está formada por Nomar Mahid, su esposa Cecilia Callejas (hermana
de Ester) y su hija Alicia. De Nomar Mahid sabemos por el negocio que le
propone Honorio Callejas, el hombre afortunado de la familia, el cual consiste
en inundar el mercado norteamericano con empresas textiles colombianas. Mahid
no se deja engañar y recurre a la asesoría de un tío suyo, solimán, a quien
llama “patriarca” (un descendiente árabe dedicado a la industria textil), quien
mantiene una visión de los negocios también conservadora, pues acepta los designios
del imperialismo yanqui y propone no atentar contra este orden, por eso la
propuesta de Honorio de invadir los mercados norteamericanos le parece
descabellada y sospechosa:
-No importa, no le hagas
caso. Acuérdate que el país imperialista no es Colombia y que son los gringos
los que han invadido nuestro mercado. Nosotros podemos seguir haciendo algunos
negocios que nos convengan pero sin olvidar nuestra situación. (66)
Luego,
cuando Mahid insiste con el proyecto “-He estado pensando en el proyecto –dijo
Nomar- y creo que vale la pena conocerlo un poco más a fondo” (87), Solimán le
reprende con calma, fundamentando su posición con la penetración cultural e
ideológica que Estados Unidos ha ejercido en países latinoamericanos:
-No quiero conocer
nada que tenga que ver con la invasión a los Estados Unidos. A mí no se me ha
olvidado que son los colombianos los que comen cheeseburger con coca-cola y no los gringos los que comen patacones
con sobrebarriga. (87)
Con
esto se da por sentado el temor que genera la economía imperialista
norteamericana para todo el que quiera invertir en los Estados Unidos, pues
parece que el libre mercado pensado para los demás países no tiene la misma
agresividad para esta nación que sí protege sus mercados. A través de estas
reflexiones, Solimán evidencia su mentalidad pragmático-conservadora.
El
influjo de los Estados Unidos (país moderno por excelencia) en Colombia también
puede analizarse a partir de los anhelos de las primas Hortensia (hija de
Gregorio) y Alicia (hija de Nomar), quienes piensan su futuro alrededor de las
costumbres, idiosincrasia y lengua norteamericanas. Sin embargo, esta relación
implica para Hortensia una crisis de identidad que la hace automarginarse
respecto de la educación y la clase social a la que pertenece Alicia. Resulta
evidente que el estatus económico de su prima le causa algún complejo de
inferioridad.
Alicia la apresuró
para que se alistara si quería ir al cine. Hortensia se cambió el uniforme del
colegio y examinó el vestido que acababa de ponerse y se dio vuelta ante el
espejo, y se sintió sin deseos de enfrentarse a su prima. (83)
El
mundo en el que vive Alicia se presenta a los ojos de Hortensia como un
constante desafío. Sabía que la situación económica de su padre no le
permitiría soñar jamás con esa vida de lujos y frivolidades. Sin duda, era un
mundo del cual no formaba parte:
Hortensia recordó el
recorrido de varias cuadras por ese sector que le era ajeno, la otra clase de
gente y la cafetería italiana que la sustrajeron de la ciudad que ella conocía.
Miró el menú, repasándolo como si escogiera con atención un plato, sin
atreverse a levantar los ojos y decirle a su prima que no sabía qué pedir. (85)
La
educación que recibe Alicia también causa admiración y opaca la formación que
ha recibido Hortensia en el colegio. El conocimiento del inglés acerca a Alicia
al influjo norteamericano. Este es uno de los ideales de la modernidad
latinoamericana; una modernidad alienada o de patio trasero, como la llamara
Raúl Bueno[9].
[Hortensia] aprovechó
para elogiarle su forma de conocer el inglés. Alicia levantó los hombros como
si fuera normal y le preguntó si ella no sabía un poco.
-Lo que me enseñan en
el colegio –respondió Hortensia.
-Ahí lo único que le
enseñan a una es my name is Alicia
–dijo ella con sonsonete-, I am here-
y añadió-: El único modo de aprender inglés es estudiando en el
Colombo-Americano y después ir a practicarlo a los Estados Unidos. (85)
En
el transcurso de la novela, Hortensia quiere tener y satisfacer los mismos
gustos de su prima. Culpa de su situación a las circunstancias que le tocó
vivir, y es comprensiva con su padre, pues no le exige nunca un nivel de vida
superior; al contrario, consigue un empleo para poder invitar a salir a su
prima los fines de semana, y hasta darle algún regalo en un día especial, algo
que Alicia, que lo tenía todo, pudiera aprovechar:
[…] Hortensia le dijo
a su prima que iba a trabajar durante las vacaciones. No comprendió entonces el
asombro de Alicia, ni luego, mientras le explicaba que era en el almacén de la
mamá de una compañera del colegio, su expresión incrédula, ni tampoco su gesto
cuando le decía que podían verse todos los días después de la siete y a
cualquier hora los domingos. Alicia trató de convencerla de que las vacaciones
eran para disfrutarlas y para olvidarse de todos los deberes […]. Hortensia
recordó que estaba a punto de acceder y que lo único que la mantuvo firme fue
pensar en las invitaciones que le haría a su prima y en el regalo que le daría
el día de navidad, y se dijo que llegado ese momento, cuando Alicia la quisiera
tanto como Hortensia a ella, le contaría que lo había hecho para que la
quisiera más (122)
Es
motivo de otro análisis, pero podemos decir, respecto del incipiente mundo
laboral de Hortensia, que estuvo lleno de vicisitudes desde el principio. Su
tío Amador Callejas, un vividor, al enterarse que la sobrina estaba trabajando,
no tuvo escrúpulos para pedir dinero prestado, el que le fue dado como adelanto
del sueldo de Hortensia. La tía Mercedes Callejas también fue a visitarla, pero
solo para comprobar que una de sus familiares había caído tan bajo como para
trabajar en un lugar tan poco recomendable. Refiriéndose al padre de la niña,
comentó lo siguiente: “-No sé qué le pasa a ese hombre para poner a una pobre
niña a trabajar en un lugar como este” (133). Pero el hecho que hizo que la
despidieran fue protagonizado por su prima Alicia, quien dijo que la tienda era
un lugar donde no debía estar su prima; es decir, por más bajo que haya caído
la familia, los prejuicios de la sociedad conservadora eran aún muy grandes e
insalvables. El despido de Hortensia es el motivo por el cual las primas
deciden no volver a verse. Alicia sufre el desamor de sus padres por eso buscó
compañía en Hortensia, trató de atraerla a su mundo, pero sus prejuicios la
impiden aceptarla como es; por eso fue a buscarla hasta su trabajo y reclamarle.
Hortensia, por su parte, es una jovencita que no se siente en la capacidad de
desear por sí misma lo que quiere en la vida, ya que todo lo que anhela tiene
que ver con una imagen parecida a la de su prima; quiere ser como ella. No
tiene voluntad por sí misma; anhela a través de su prima. Sus intenciones
fracasaron.
Gregorio Camero: el conformismo del
adulto de clase media
Otro
personaje también conformista con su empleo y que solo desea a través de otro
es Gregorio Camero. El único momento en que desea quebrar su rutina para
cambiar de vida con un negocio propio sucede cuando el tío Ángel Callejas le
propone el negocio del restaurante, pero aun así no se siente capacitado para
el reto: “No se le hubiera ocurrido abandonar el Ministerio ni siquiera para
dedicarse a algo distinto pues al cabo de quince años lo único que sabía hacer
era sentarse ante un escritorio y archivar y revisar papeles” (23). Cuando esta
futura sociedad no tiene forma de darse, Gregorio vuelve a su rutina de siempre
y nada más vuelve a alterarla. Juzga sus sueños de manera despectiva: “Eso nos
pasa por ponernos a pensar pendejadas” (157).
Por
otro lado, llama la atención que de Gregorio no se conozcan parientes. Al no
tener un pasado en la novela, Camero se convierte en un ser desarraigado que no
tiene iniciativa propia y que no posee un carácter que lo haga distinto de los
demás. Los Callejas lo consideran un extranjero y hasta un advenedizo, pues no
pertenece a una familia de clase alta ni cuenta con capital que le permita
hacer empresa y acceder a la modernidad. El desarraigo de Gregorio lo lleva a
buscar la aceptación de los parientes de Ester, pero solo eso, pues nunca
intentó sacar provecho de su condición y solo se contentó con su empleo de
oficinista para mantener a su familia.
En
encuentro final de Gregorio con Amador Callejas nos remite al encuentro que
tuvieron los dos personajes al inicio de la novela, en el que, sin ningún pudor
y con actitud carroñera, Amador le pide dinero en plenos funerales de Ester.
Entonces estamos ante un mismo hecho con el que inicia y cierra la novela. Sin
embargo, el encuentro final es auspicioso para Gregorio Camero, quien se venga
del tío Amador, dejándolo solo en un café-bar con una nutrida cuenta qué pagar.
No obstante, este aparente triunfo puede leerse también como una demostración
más de la vida de Gregorio Camero, ya que los cigarrillos y el café que consume
en el café-bar son recurrentes en su vida cotidiana. La única diferencia es que
ahora él no tiene que pagarlos, sino el tío Amador Callejas. Los parientes de Ester, por lo tanto,
intenta recrear una temporalidad circular con distintos desenlaces, pero con
personajes que conservan las mismas características de su personalidad.
Amador Callejas: el fracaso de la
clase tradicional frente a la modernidad
Otro
de los personajes fascinantes de esta novela es, sin duda, por todo lo que
representa, Amador Callejas. Es considerado por sus familiares como la “oveja
negra” de la familia, pues hace muchos años dio su apellido a un hijo con tal
de que lo liberen de sus responsabilidades como padre. A partir de ese momento
Mercedes echa de la casa a Amador, quien se ve obligado a alquilar un cuarto y
a pedir dinero prestado, el cual nunca devolverá. Se convierte en un estafador
que no duda en pedirle adelantado una parte del sueldo de su sobrina. Sin
embargo, su falta de escrúpulos se sustenta, según él, en la ralea de su
apellido, ya que esto le impide trabajar en cualquier oficio y prefiere vivir a
salto de mata, pidiendo de “prestado”, para no dañar su imagen pública. Sin
embargo se lamenta de su situación y pone a su linaje como garantía de un
tiempo que fue mejor: “-¡Qué hacemos nosotros tan pobres y tan de buena
familia!” (39). En una de las escenas finales, cuando le pide por última vez
prestado dinero a Gregorio y este dice que tiene que entrar en el Pasaje para
cambiar un cheque, el tío Amador se rehúsa a hacerlo, pues tiene muchos
conocidos en ese lugar: “-Prefiero que no sea ahí –dijo el tío Amador-. No
quiero hacer pública mi necesidad” (176). Podemos deducir que el tío Amador le
temía al escándalo que generaría en la esfera pública la pobreza e inmoralidad
de su vida privada. También cuestiona, mediante una mirada sesgada, a las
personas de la nueva burguesía; seres sin clase que han hecho fortuna gracias a
los beneficios del capital en este heterogéneo proceso de modernización:
-[…]
Tú no sabes cómo es esta gente que ha hecho su plata de a poquitos –dijo el tío
Amador-. Mi padre porque tuvo mala suerte y se vino abajo, pero comparados con
mi familia estos no son más que nuevos ricos, no valen gran cosa. (41)
No
debemos olvidar que Amador Callejas fue expulsado de su propia familia, de su
propia clase social, de la cual se niega a separarse por completo. Es el
producto negativo del sistema, el ser parasitario que se niega a recurrir al
trabajo productivo. Solo desea mendigar. Amador Callejas representa la
nostalgia de la clase conservadora colombiana que no es capaz de adaptarse a
los cambios que trae consigo todo proceso de modernización, principalmente en
el plano económico. Tal vez esto nos haga ver con argumentos distintos de la
ironía, la férrea defensa que hace Amador del gobierno en una discusión con
Gregorio.
-Tú estás más jodido
que cualquiera en este país y te pones a defenderlo.
-Porque lo quiero
–dijo el tío Amador.
-Yo también lo
quiero; pero no lo defiendo –dijo Gregorio Camero-. Eso sería jugarle sucio a
la propia desgracia.
[…]
-Quizá el gobierno
podría hacer una buena obra si la gente no lo criticara tanto. Piensa en las grandes
empresas que se han llevado a cabo, industrias, carreteras, piensa en los
parques, en los centros de beneficencia, en los monumentos. (173-174)
Honorio Callejas o la desaparición de
la autoridad moral y económica de la familia
Resulta
revelador el final que el narrador ha pensado para Honorio Callejas, pues este
personaje, tan mimado y respetado por las hermanas, envidiado por los hermanos
y temido empresario en el mundo de los negocios, no resultó ser el hombre que
respondía a la imagen del hermano paternalista y hombre de moral intachable, a
quien todos buscaban en aras de un consejo o ayuda económica o judicial: “-¡Hay
que llamar a Honorio!” (140) era la frase habitual.
Nadie
iba a sospechar jamás que el próspero empresario Honorio Callejas era un
estafador sin escrúpulos, que estafó de manera constante a su propia familia.
Este timo fue el causante de que Mercedes pierda la salud mental, pues más
desagradable que saber que Honorio estaba en la ruina, fue enterarse de que el
hermano idolatrado le había estado robando sistemáticamente al no entregarle
todas las ganancias de sus acciones. Como Honorio estaba herido, fue el
contador de la empresa el que la puso al tanto de todo:
-No puede ser –susurró. El contador dio un
golpecito en la mesa.
-Hágalas revisar de nuevo para que se dé
cuenta -dijo.
-No puede ser –dijo ella susurrando aún. El
contador se sorprendió. La mujer alzó los ojos hacia él-. No puede ser tanto.
-Eso es. Hice bien los cálculos.
-¿Subieron las acciones?
-Muy poco. En otros meses han producido más.
-Debe haber un error –dijo Mercedes. El
contador estaba desconcertado.
-¿No recibe usted siempre las cuentas?
Mercedes repasó de nuevo la cifra.
-Esto es el doble de los otros meses.
-Es lo mismo –dijo el contador […] (162-163)
Conclusión
Después
de haber leído la novela, podemos concluir que los protagonistas de la historia
no se quedan en la simple descripción individual. Son, sin duda, personajes
arquetipos que representan determinados categorías sociales construidas a
partir de fortalezas o antivalores de la familia y la sociedad. Paula Marín
realiza una tipología de estas tres familias:
La familia en Los
parientes de Ester se constituye en la afirmación de un valor tradicional,
aunque en decadencia: desintegración familiar (familia Mahid), ausencia de
alguno de sus miembros –en este caso, del miembro que representaba la moral
tradicional de la familia Callejas: Ester- (familia Camero), desaparición de la
autoridad moral y económica tradicional (familia Callejas). (2007, 83)
Referencias
BUENO, Raúl. Promesa y descontento de la modernidad:
Estudios literarios y culturales en América Latina. Lima: Editorial
Universitaria Universidad Ricardo Palma, 2010: 253 pp.
FAYAD, Luis. Los
parientes de Ester. México D.F.: Rayuela Internacional, 1994: 179 pp.
MARÍN, Paula. Acercamiento a la novela colombiana de los
setenta: aproximación sociocrítica a las novelas Los parientes de Ester de Luis Fayad y Juegos de Mentes de Carlos Perozzo. Bogotá D.C., 2007: 233 pp. Disponible en: http://cienciagora.com.co/imgs2012/imagenes/TESIS_PEROZZO_FAYAD.pdf
RAMA, Ángel. Novísimos narradores
hispanoamericanos en Marcha: 1964-1980, México, Marcha, 1981, 9 – 48 pp.
______________. La
ciudad letrada. Hanover: Ediciones del Norte, 1984: 176 pp.
RAMOS, Julio. Desencuentros de la modernidad en América
Latina. Caracas: Fundación Editorial El perro y la rana, 2009: 225 pp.
[1]
Si
queremos entender la novela de Fayad dentro del contexto de la literatura
latinoamericana, es pertinente y esclarecedor recurrir al ensayo de Ángel Rama
(“Novísimos narradores hispanoamericanos en Marcha 1964 /1980”), pues nos
brinda un panorama de la literatura latinoamericana diferente a la del Boom de
la narrativa posterior a la de los años 60, ya que su intención no es reseñar
las novelas de los autores consagrados, sino ocuparse de los nuevos narradores
quienes, sin temor a ser deicidas, dejan de lado el realismo mágico y el
constante desafío de las técnicas narrativas y dirigen su mirada hacia temas
propios de una sociedad en proceso de modernización y de consumo.
[2]
La novela en la Modernidad resulta ser un acompañamiento de la realidad social
que registra las inconsistencias y fracasos de las ideas de progreso prometidas
en el proyecto de modernización; estas incongruencias dan como resultado
ciudadanos problemáticos en busca de valores honestos en medio de un mundo
degradado por el capital y las prácticas de consumo. De allí su inadaptabilidad
y desorientación respecto de este mundo que le obliga a tomar un camino sin
brindarle la seguridad de progreso.
[3]
Para mayores referencias, consultar su tesis “Acercamiento a la novela
colombiana de los setenta: aproximación sociocrítica a las novelas Los parientes de Ester de Luis Fayad y Juegos de Mentes de Carlos Perozzo, en
este link: http://cienciagora.com.co/imgs2012/imagenes/TESIS_PEROZZO_FAYAD.pdf
[4]
En Los parientes de Ester “se percibe una causalidad detallada de los
acontecimientos y un modo de narrar homogéneo que permite entender el objeto
estético como un artefacto de significado, mas no de sentido, es decir, la
narración permite recrear una realidad rutinaria que se acepta sin mayores
cuestionamientos” (2007, 53)
[5]
Todas las
citas de Los parientes de Ester que refiramos en este estudio, pertenecen a la segunda
edición de la novela, publicada por el Rayuela Internacional (México, 1994).
Después de cada cita, vamos a señalar solo el número de página.
[6]
Para nadie es un secreto que el dinero o el capital es uno de los factores
importantes que impulsan todo proyecto de modernidad. Y sabemos, también, que
el dinero ha dejado de ser sinónimo de clase. La clase noble ha venido a menos
producto de su conservadurismo y la incomprensión de las nuevas leyes del
mercado y han dado paso a la irrupción de la clase burguesa, carente de
nobleza, pero que trabaja más, gana más y gasta menos que la clase noble
derrochadora. Entonces el dinero, su acumulación y la reinversión del mismo
abren las puertas a los sueños de la modernidad.
[7]
La modernidad en América Latina, en el ámbito de la vida social y sus
representaciones discursivas, no solo está cuestionada y negada por desarrollos
desiguales y carencias al interior de un mismo paradigma […] Tiempos que
refieren a señaladas zonas de América Latina como […] los cinturones de miseria
de las ciudades capitales, que frente al acoso de la modernización aparecen
ancladas en la franca premodernidad, sino lanzadas (por la servidumbre, la
explotación, el abuso y otras lacras de la dominación) hacia condiciones de
existencia infrahumanas (Bueno: 2010, 49)
[8]
El narrador contribuye a esta marginación, pues se configura en la novela como
una voz externa que no conoce la totalidad de los detalles de la historia ni de
los personajes; esto se manifiesta en el hecho de que ignore la procedencia de
Gregorio, quiénes fueron sus padres o sus hermanos.
[9]
La nuestra [la latinoamericana] es, pues, una modernidad sumergida o de patio
trasero, suerte de submodernidad (deficitaria) o de inframodernidad (necesaria
para la modernidad de etiqueta). (Bueno, 2010, 51)
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